CIRIO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD. MES DE FEBRERO.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades. Queridos enfermos y hospitalarios.

Tras la Navidad y adentrados en el tiempo litúrgico ordinario, nos encaminamos hacia la cuaresma, con nuestro mundo cofrade esperanzado de que este año se cumpla el «dicho popular» del título de este cirio, y puedan materializarse las ilusiones que por estas fechas afloran ante la proximidad de la Semana Santa. Son ya dos años sin procesiones y uno más sería catastrófico para muchas hermandades y cofradías. Se ha escrito mucho sobre la situación que han provocado los dos años de pandemia y las restricciones para realizar lo que venía siendo una vida normal con sus actos y celebraciones. Otro año, además del efecto sobre la ilusión de los cofrades, supondría una situación muy delicada para la economía de aquellas y, en algunos casos, para su continuidad. Muchos cofrades asocian de manera directa la pertenencia a la cofradía con la salida procesional, por lo que una situación de suspensión continuada en el tiempo, les llevaría a desligarse, no pagar cuotas e incluso, darse de baja, lo que no sería fácil de recuperar una vez reestablecida la normalidad. Y el daño podría ser aún mayor para el mundillo que se mueve económicamente en torno a las procesiones (confección de hábitos, adornos florales, cerería, artesanos y orfebres y, muy especialmente, bandas musicales, donde la situación de deterioro podría ser irreversible para algunas).

Por eso es vital que acierte el dicho, y verdaderamente, a la tercera sea la vencida. Parece que ahora contamos con buenas papeletas; ya se está hablando de entrar en unas pocas semanas en la ansiada «nueva normalidad», aunque no es la primera vez que, ante la llegada de las épocas veraniegas, navideñas o semanasanteras, escuchamos estas opiniones y luego se convierten en «nuevas olas».

Hermandades, cofradías y cofrades debemos reflexionar sobre los aspectos que aseguren el éxito de nuestras actividades cuaresmales y semanasanteras, y no dar al traste con las muchas ilusiones en juego.

La tan deseada normalidad nos debería llevar a aprovechar las actividades cuaresmales para acercarnos a la palabra de Dios y pedir por el tan anhelado fin de la pandemia. Las procesiones, respetuosas, sencillas y sentidas, deberán reflejar esa acción de gracias y las oraciones por los que más han sufrido la misma, tanto desde el punto de vista sanitario, como económico y social. Si pretendemos evangelizar en la calle estamos obligados a dar lo mejor de nosotros.

Miramos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, y a ellos nos encomendamos ¡al cielo con ellos! ¡todos de frente valientes!.

Recibid un fraterno abrazo y el deseo de un mes saludable, santo, fecundo. Que a la tercera, vaya y sea la vencida.

José Gabriel Martín Rodríguez.