CIRIO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD PARA NUESTRA CANDELERÍA ENCENDIDA

OCTAVA DE PASCUA

18 DE ABRIL-SÁBADO.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con una vecina, me decía: “¿Para qué sirve rezar, si Dios no me escucha?”. Y me venían a la cabeza, las palabras de las ocho de la mañana en el arranque del programa de Onda Cero “Por fin no es lunes”, donde su presentador Jaime Cantizano, aseveraba que en este tiempo entre otras cosas, es muy necesaria la fe y la confianza. Y también me viene a la memoria la oración extraordinaria, que el Papa Francisco hizo, en la vacía Plaza de San Pedro, el pasado 27 de marzo, con participación de millones de televidentes, para pedir el fin de la pandemia, con bendición del Santísimo e indulgencia plenaria. Sin embargo, el Covid-19 sigue arrasando todo a su paso. Los contagios y las muertes, a distinto ritmo no se detienen. Entonces, ¿para qué sirvió esa oración?
Se han llevado a cabo muchas celebraciones, Misas, Horas Santas ante Jesús Sacramentado, ayunos y penitencias, triduos, quinarios y novenas, nuestras estaciones de penitencia virtuales, etc, para pedir que se detenga esta plaga. Sin embargo, entre nosotros sigue avanzando. ¿Sirvieron de algo esas creativas manifestaciones de fe?
Muchísimas personas, como mi vecina, y familias cristianas, encerradas en su hogar, han multiplicado súplicas, rosarios y cadenas de oración, para que no siga el contagio. Sin embargo, éste cobra más y más víctimas en todo el mundo. ¿Tienen un efecto real nuestras plegarias?
Claro que sirven. No somos capaces de advertir toda su eficacia, porque su efecto es espiritual, invisible. Sólo Dios sabe cuánto bien hemos hecho al mundo unidos en la plegaria.
Pero, como no vemos resultados palpables e inmediatos, nos puede llegar la duda de si en verdad ayudan en algo nuestras oraciones. Aún más, nos podemos preguntar si Dios nos escucha. Y todavía más, algunos pueden dudar de la existencia de Dios. Ateos convencidos o prácticos pueden echarnos en cara la inutilidad de lo que hacemos, e incluso de nuestra religión. Nos dirán que lo importante es inventar la vacuna adecuada, aplicar las medicinas oportunas, curar a los enfermos y evitar más muertes y sufrimientos. Para ellos, lo que vale es lo cuantificable, lo visible e inmediato, los enfermos recuperados, la economía rescatada. No tienen ojos para ver más allá. Son ciegos del alma. “¡Dichosos nosotros y cuantos hemos creído, sin haber visto!”.
Nuestra oración si sirve, sirve de mucho y, en la mayoría de las circunstancias, no sólo es lo único que podemos hacer, sino que es nuestra aportación más valiosa, sólo apreciada por el corazón de Dios, que ve lo más profundo de nuestro ser. No podremos comprobar físicamente su efecto, porque es algo espiritual. La vida no es sólo dinero y medicinas, sino también fortaleza espiritual, ánimo y esperanza, lucha por la vida propia y de los demás. Dios puede hacer milagros inmediatos, físicos, corporales, y la historia los consigna; pero su fuerza es sobre todo espiritual, invisible, aunque real y efectiva. No cuenta sólo el dinero. Como ser padre o madre, no es sólo llevar recursos económicos a la familia, sino también dar ternura, cariño, seguridad y fortaleza, y eso no se mide materialmente.
Claro que no basta rezar; también hay que hacer cuanto podamos para ayudar en lo material; pero lo horizontal, sin lo vertical, se cae; no se sostiene. El mundo necesita no sólo dinero, sino también espiritualidad, fe, amor y esperanza.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, querida vecina, queridos amigos, intensifiquemos la oración, y confiemos en el corazón de nuestro Padre Dios: El decide, con su amor, cuándo y cómo interviene. A nosotros sólo nos toca decirle: “Señor, si quieres, puedes curarnos de esta pandemia… Ten misericordia de nosotros”.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: Que mas pronto que tarde, parafraseando el título del programa radiofónico del principio de la reflexión, podamos decir POR FIN, SI ES LUNES Y MARTES Y MIÉRCOLES Y JUEVES Y VIERNES Y SÁBADO Y DOMINGO, y todos los días tengan el buen sabor de la salud, la alegría y la fiesta cotidiana.


VIERNES 17 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Cuando iba a celebrar la misa de las 18 horas en  San Gil y Santa Ana, al llegar a la confluencia de la calle Elvira con plaza Nueva, transitaban tres coches fúnebres (“de los muebles” que simpáticamente decía mi abuelo) y pensaba yo en el marco de esta Octava de Pascua.

Las mujeres dan la noticia: habían ido de mañana al sepulcro y encontraron la tumba vacía. Pedro y Juan corren hacia el lugar donde habían enterrado el cuerpo de Jesús y encuentran solo la sabana y el sudario, pero el cuerpo no está. Por la tarde, Cleofás y su acompañante se presentan en el Cenáculo diciendo que han reconocido a Jesús, vivo en un peregrino que los ha acompañado, cuando ha partido el pan. Y Jesús mismo se presenta en el Cenáculo, donde los apóstoles estaban escondidos por miedo a los judíos, y les enseña las manos y el costado. El cuerpo del crucificado es el mismo del resucitado. Dos mil años hace que esto ocurrió.

Hoy, abril de 2020, los cementerios del mundo se llenan de cuerpos de personas fallecidas por efecto del virus con corona. Familias enteras con tristeza y dolor no pueden ni siquiera despedirse del cuerpo de su ser querido que, en el mejor de los casos, es inhumado o incinerado con la única compañía de un par de familiares y el ministro que celebra.

Es un tremendo contraste, un doloroso contraste, sin embargo, es el mensaje de la Pascua: los cementerios están llenos de cuerpos y el sepulcro está vacío. Cristo ha resucitado y su cuerpo ha vuelto a la vida, el mismo cuerpo que sufrió la pasión y fue sepultado. También los cuerpos que hoy enterramos abandonarán el sepulcro el día de la resurrección final. Esta es la verdadera esperanza, que la vida no termina con la muerte. Que la muerte que asola el mundo por el virus con corona no va a ganar la batalla porque la muerte ha sido vencida en la resurrección de Cristo, y por El, con Él y Él tenemos ganada la CORONA DE VIDA QUE NO SE MARCHITA.

Porque no todo es oscuridad. Siempre habrá una luz en el horizonte, un nuevo amanecer que nos haga ver y sentir de nuevo los rayos del sol. Aquel amanecer del lago de Galilea puede ser un signo de un nuevo amanecer hoy en nuestra vida y para nuestro mundo. Aprendamos a vislumbrar los rayos del sol e invoquemos a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones.

Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

Jose Gabriel.


16 DE ABRIL-JUEVES

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

No nos lo terminamos de creer. Nos sucede en ocasiones. Nos lo habían anunciado y nosotros lo esperábamos. Pero cuando menos pensamos llegó aquel personaje o aquel familiar que nos había anunciado su regreso, sucedió aquel hecho que esperábamos, pero que de alguna manera estábamos desencantados y ya pensábamos que no iba a suceder. Y ahora que lo tenemos, ahora que ha sucedido, ahora que ha llegado no nos lo creemos, ponemos en duda todas las circunstancias que lo rodean, nos parece mentira que al final sucediera.

‘No os alarméis, no tengáis miedo… la paz a vosotros’. Y allí estaba Jesús. Lo veían pero no se lo creían.

Y con nuestra fe nosotros somos testigos de esto. Es lo que anunciamos. Es el testimonio que damos en la trascendencia que le damos a la vida, en la responsabilidad con que la vivimos, en el amor que ponemos en nuestro corazón, en nuestro esfuerzo y trabajo por la justicia y por la paz. Todo eso lo llevamos en el corazón porque nos sentimos inundados por la fe y todo eso queremos llevarlo a los demás. Y así nos hacemos testigos de Cristo resucitado en medio del mundo.

Hoy es día internacional de la esclavitud infantil. En el escenario de la esclavitud infantil hay distintos frentes, ocupados por más de doscientos millones de niños en todo el mundo. Hablamos del trabajo forzoso infantil, de la trata infantil, de la explotación doméstica infantil, del matrimonio forzoso de tantas niñas, de los niños soldados totalmente robotizados y también, ¡qué gran desgracia!, del abuso sexual de menores. Un panorama más que negro que justifica las reivindicaciones urgentes de este día.

Hoy, el día en que se denuncia con tanta fuerza y dolor la esclavitud infantil, es un buen día para que los adultos coloquemos sobre sus cabecitas las coronas de laurel de nuestro reconocimiento y que los aplaudamos para hacerles sentir no solo el afecto incondicional que siempre les profesamos, sino también el agradecimiento que su paciencia y comprensión de la situación de la crisis sanitaria merecen.

Finalmente, también, hoy es el día de Santa Bernardette Soubirous. A ella le pedimos que interceda, ante Nuestra Madre de Lourdes, por todos los enfermos de esta pandemia que asola a todo el mundo, por los que tienen que cuidarlos, por los que tienen que gestionar está situación mundial y por todos los difuntos que se ha llevado y se llevará este virus con corons. Santa Bernardita ruega por ellos. Santa Bernardita ruega por nosotros.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

Un fraterno abrazo. José Gabriel.


15 DE ABRIL-MIÉRCOLES.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
Hoy es el primer aniversario del incendio que casi destruyó por completo la catedral de Nôtre Dame de París. El revuelo que se armó fue mundial al temerse que se perdería una joya arquitectónica y artística de valor incalculable. La conmoción espiritual y emocional fue de tal calibre que por doquier surgieron los apoyos económicos multimillonarios para restaurarla e incluso para mejorarla de inmediato, empeño en que se está avanzando a buen ritmo.
San Pablo asegura a los corintios que todos somos colaboradores de Jesús en la construcción que ha emprendido Dios, y nos pregunta: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (I Cor 3:16) y, un poco más adelante: “vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo” (I Cor. 6:19).
El incendio que, metafóricamente hablando, es el Covid-19 ha convertido en cenizas muchas vidas y esta dispuesto a calcinar tantos sueños y proyectos laborales. Por ello, como cristianos vocacionalmente dediquémonos a conseguir los objetivos de nuestro Buen Dios Amor, en nuestras Vocalias de Caridad y nuestros grupos de Caritas parroquiales, junto a todo hombre y mujer de buena voluntad para cumplir la hermosa y sacrosanta misión de obrar como Jesús.
Pues, el Jesús pascual, que litúrgicamente celebramos y vivencialmente palpamos estos días, ha vaciado las tumbas que éramos para convertirlas en templos abrasados con el fuego ardiente de la caridad, en templos llenos de vida.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!


Un fraterno abrazo. José Gabriel.


14 DE ABRIL-MARTES. 

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, tras esta tarde borrascosa, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
‘Fuera del sepulcro lloraba María…’ ¿Por qué llora María Magdalena? ¿Qué es lo que busca María?
Es lo que le preguntan y nosotros también quizás se lo preguntamos, pero también tenemos que preguntárnoslo a nosotros mismos. Andamos tantas veces en la vida con nuestros llantos. Alguien apareció por allí y tanto era su desconsuelo y tantas eran sus lágrimas que no se da cuenta ni de quién se acerca a ella. Piensa que es el encargado del huerto. ¿Dónde lo has puesto? ¿A dónde lo has llevado? ¿Por qué lo has sacado de este sepulcro donde con tanto mimo lo colocamos en la tarde del viernes en nuestros apuros y no lo embalsamos convenientemente por las prisas?
Bastó sin embargo la voz de Jesús que la llamaba por su nombre, para que se le abrieran los ojos. ‘¡Rabonni, Maestro!’, fue su grito y su despertar. Reconoció la voz del Jesús. Era el amor que se despertaba. Despertemos también nuestro amor para que nuestros ojos y nuestros oídos se abran de nuevo y seamos capaces de reconocer la luz, de reconocer a Jesús que por muchas que sean las negruras Él está ahí a nuestro lado. Es el Señor que vive y que nos da vida.
No busquemos entre los muertos al que vive. Sepamos ver a Jesús vivo que viene a nuestro encuentro para llenarnos de vida, para disipar las sombras, para abrirnos el corazón, para hacernos sentir la fuerza de su Espíritu.

Podemos y debemos aprender mucho de esto que está pasando, y más en este tiempo pascual tan importantes para la cristiandad. En el contexto de la desgracia, en casa sigamos sacando el mayor rédito espiritual posible.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!


Un fraterno abrazo. José Gabriel.


13 DE ABRIL-LUNES

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, tras esta tarde borrascosa, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual, con mi sincera gratitud por permitirme entrar en vuestras vidas, por las ventanas y balcones de vuestros corazones.
Después de esta cuaresma vivida en cuarentena, de esta Semana Santa ausente de Estaciones de Penitencia por nuestras calles y plaza, pero si presentes con el corazón y el espíritu en la Celebración de los Misterios del Santo Triduo Pascual, a través de los medios de comunicación social y de las nuevas tecnologías, nos alegramos porque Cristo ha resucitado, regresamos a nuestra Galilea doméstica, nuestras casas de las que no hemos salido, y en las que en esta hora de crisis sanitaria que estamos padeciendo nos hemos de quedar, Cincuentena Pascual también en cuarentena, para encontrarnos en familia con la certeza de que algo ha cambiado: ¡nuestro corazón está ahora repleto de la alegría de la resurrección! Seguiremos trabajando, seguiremos amando, seguiremos educando, seguiremos esforzándonos por seguir solucionando los problemas, seguiremos como facundillos del Resucitado, luchando, sembrando y haciendo el bien.
En estos días, en nuestra Granada, el Hijo Resucitado es acompañado por su Madre, Santa María del Triunfo y Señora Nuestra de la Alegría y completando la Cincuentena Pascual, Nuestra Señora del Rocío, reuniendo a los discípulos en espera de un nuevo Pentecostés. La Iglesia es convocada a esta espera de la efusión del Espíritu, en esta ocasión no en la aldea almonteña, sino en los cenáculos que el Señor ha formado en cada hogar.
Hoy te pedimos, Señor, el corazón pausado y atento de tus amigas en la escena de la Resurrección. Que nos hagas descubrir tu vida resucitada en el plato de pasta que comeremos solos en casa. En la llamada diaria a nuestros padres y amigos para ver cómo andan. En el nuevo brote que le salió a la maceta de la terraza. En la gente que se va curando. En la entrega y servicio de los nuevos héroes que nos cuidan y protegen en este estado de alarma. En la cantidad de buena gente que nos llama, se preocupa por nosotros y rezan por toda España.
¡Por supuesto que ha resucitado Jesús! Pero este año en el ritmo tranquilo de Dios…
Este es nuestro gozo y júbilo, cada latido de nuestro corazón solo sirva para cantar y gritar a la humanidad, esta nueva realidad: ¡Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!
Un fraterno abrazo. José Gabriel.