CIRIO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD PARA NUESTRA CANDELERÍA ENCENDIDA

Tiempo de Pascua de Resurrección.

2 DE MAYO-SÁBADO.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Ha sido el primer sábado de mayo con María en nuestro corazón. Recién abiertas las páginas del mes dedicado a la Virgen. Unos días propicios para meditar su vida y rezar el Rosario, como nos pide el Papa Francisco, en una carta del 25 de abril pasado, dirigida a los fieles de todo el mundo. Tal vez muchos no lo hagan diariamente, pero es hermoso hacer una Romería a la Virgen, honrarla con nuestras palabras, repetir amorosamente los Ave María que tanto le agradan y poner a la Trinidad con el Gloria final como colofón de la oración mariana.

El rosario es mucho más que una oración. Es mucho más que la piedad que surge del corazón. El rosario es, en toda su esencia, la historia viva de Nuestra Señora, Madre de Dios y Madre de los hombres. Cuatro cuadros hermosos de su vida, de su historia de vocación a Cristo, de sus gestos de entrega al Señor, de la delicadeza de su servicio, de su compromiso con la voluntad del Padre. Es unir Su ternura con cada persona que lo reza y por cada intención que se pone en sus manos para que la eleve al cielo.

El rosario, rezado con profundo amor, nos adentra amorosamente en el Corazón Inmaculado de María, tan abierto siempre a las necesidades de los hombres. El rosario es una caricia de amor en cada palabra pronunciada. El rosario es un canto a María, alegre y cadencioso. Es la pedagogía de las enseñanzas de María pero también del profundo amor que Dios siente por Ella.

En el rosario el ser humano la toma de la mano y no deja de pronunciar alabanzas a la más hermosa de las mujeres.

En cada cuenta, el rosario se convierte en un auténtico milagro de esperanza, de entrega, de cariño, de correspondencia mutua. En el rosario nos hacemos uno con María. Nos hacemos portal y templo, anunciación y visita, cruz y pasión, luz y gloria. Nos hacemos fortaleza y esperanza, alegría y júbilo, misericordia y amor.

En el rosario llevamos a María en las manos pero también a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Con un rosario en la mano nada puede achantar nuestros pasos. Nada puede aminorar nuestras esperanzas.

Hoy sábado, si no has peregrinado hacia María, mediadora de todas las gracias, cabe la oportunidad de darle a Nuestra Señora la alegría del encuentro. ¡Todo tuyo y todos tuyos, María!

P.D: En este primer dia de paseo permitido, el mio fue a Ella nuestra Madre de Amores, Madre, Señora y Patrona nuestra de las Angustias, la que vive en la carrerra y en nuestros corazones. Acompañamos a María con el Santo Rosario y la invocamos con estas Letanía Granadina. Sirvan hoy como oración acompañando a la reflexión diaria:

Santa María
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las vírgenes
Madre y Señora nuestra de las Angustias
Madre del Dulce Nombre
Madre de la Encarnación
Madre de la Misericordia
Madre de la Gracia
Madre de la Consolación
Madre del Mayor Dolor
Madre que acompana en la Soledad
Virgen Inmaculada
Virgen de la Concepción
Virgen de los Dolores
Virgen de la Amargura

Virgen de las Maravillas
Virgen de los Reyes
Virgen de las Penas
Virgen de los Remedios
Virgen de la Caridad
Virgen de la Cabeza
Virgen de la Antigua
Virgen del Sacromonte
Virgen de la Granada
Santa María de la Alhambra
Virgen del Rocío
Blanca Paloma
Divina Pastora
Luz en nuestras noches
Esperanza nuestra
Estrella de la Pasión
Perpetuo Socorro
Aurora de Perdón
Amor y Trabajo de nuestra vida
Pilar de la Fe
Inmaculado Corazón de María
Auxilio de los cristianos
Salud de los enfermos
Triunfo de la Resurrección
Reina del Monte Carmelo
Reina del Rosario
Reina de los Ángeles
Reina de la Victoria
Alegría de Cristo Resucitado
Reina de la Paz

Que redescubramos la belleza de rezar el Rosario en casa, personalmente y en familia. Que cada día de este mes de mayo y de nuestra vida, la Virgen María siga reinando en nuestro corazón.


VIERNES-1 DE MAYO.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina acerca de los florido de su balcón, orgullosa me decía: “es que me encantan las plantas y las flores”.

Precisamente, hoy inaugurando el mes de mayo, mes de las flores, mes que popular y devocionalmente como cristianos dedicamos a la flor de las flores, a la Virgen María.

Pensaba yo, durante estos cincuenta días que recorremos hacia Pentecostés y que celebramos a Cristo resucitado la liturgia pascual se llena de signos muy hermosos. Este año hay uno que observo en las Misas de mis parroquias, en las horas santas o en los encuentros de oración que sigo por Internet que faltan. Las flores.

Las flores son el fruto que crece en el jardín del Calvario, el signo vivo que anuncia la primavera de la Resurrección. Las flores ⎯coloridas y llenas de vida, alegres en su esplendor florido, con esa fragancia que llena el ambiente, revestidas de su pureza⎯, han estado muy presentes siempre en las celebraciones pascuales. Pero como las floristerías están cerradas por la pandemia nuestros altares no tienen el colorido de otros años. Y sin estas flores la Pascua se llena de una sobriedad inhabitual como recordando el tiempo de confinamiento que vivimos.

También me ha venido a la mente un dicho: «echar flores» o lo que es lo mismo hacer elogios, loas o alabanzas de alguien. En mi oración, a Cristo, por supuesto. Pero hoy quiero ir más lejos. En la noche del Jueves Santo Jesús nos invitó al mandamiento del amor sirviendo. Servir al prójimo para reinar en su vida. ¿Por qué no podemos ser nosotros para nuestro prójimo más cercano, quizá para nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos, nuestros amigos de comunidad eclesial, nuestros hermanos y hermanas de cofradía y hermanda, quizá para los que nos quieren mal… flor? ¡Flor de servicio! ¡Flor que llene con nuestra fragancia nuestra entrega a ellos! ¡Flor que llene de color su vida! ¡Flor que llene de alegría y esperanza sus necesidades! ¡Flor de servicio para hacerles la vida más agradable!

Vivimos confinados en nuestras casas, en grandes o pequeños habitáculos, donde la vida exige de mucha paciencia, amor, comprensión, generosidad. ¡Es ahora el momento de regalar la flor del propio corazón! Ser flor sonriendo, cediendo en lo que no te apetece, teniendo más paciencia y comprensión, siendo generoso, anticipándose a una necesidad, callando antes de enfadarse, haciendo aquello que no te cuesta, ordenando más tus cosas, asumiendo responsabilidades de otros, teniendo detalles sencillos y amorosos hechos con más delicadeza, perdonando ante un mal gesto o una mala palabra, cuidando más lo que se dice, escuchando con más atención… mil detalles para hacer un ramo florido de servicio.

Si los altares del mundo y las capillas de nuestros Sagrados Títulares no pueden tener flores, ¿por qué no adornar el altar de la vida con las flores del servicio hecho por amor? ¿Por qué no ser fragancia de esas flores que perfume la vida de los que conviven con nosotros? ¡Jesucristo ha resucitado, en verdad ha resucitado y su vida nos llena con la fragancia del amor y de la misericordia! ¡Buen ejemplo a seguir!

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: Con y como Virgen María, la flor más bella y hermosa en el jardín de Dios, seamos fragancia divina para hacer más agradable la vida a los demás.


JUEVES-30 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina, desoalad me decía: “¡Ay, Dios, la crisis que se nos viene encima! ¡Todas las manos van a ser pocas!”.
En la víspera de mañana, primero de mayo, día de San José obrero, día del trabajo, quiero imaginar cómo debían ser las manos de Cristo. Y al pensar en ellas veo las manos vigorosas de un trabajador esforzado, diligente. Son las manos agrietadas y callosas de un hombre que dedicó la mitad de su vida a su trabajo de carpintero en el taller de su padre en Nazaret. No son como esas manos débiles y flácidas que aparecen en tantos retratos litúrgicos sino endurecidas por el trabajo manual, por el uso de la lija, la gubia, la garlopa o el martillo.
¿Qué rebelan estas manos de Cristo que en el último momento colgarían traspasadas por clavos en la cruz? Nos muestran a un Dios trabajador, laborioso y esforzado.
Estas manos fuertes y endurecidas por el esfuerzo del trabajo cotidiano son una invitación a colaborar con Él en ese taller universal que es la sociedad en la que vivimos y que no pasa por sus mejores horas. Ese mundo donde el carpintero de Nazaret, desde la divinidad de su persona, se afana a cada día y cada noche, para ir reparando con delicadeza, paciencia y mucho amor todo lo que el hombre por Él creado se afana en destruir.
Estas manos fuertes y endurecidas por el esfuerzo del trabajo cotidiano son una llamada a mantener siempre la confianza en Él, pues estas manos nos permiten sujetarnos a ellas. Nos permite caminar llevados de Su mano por los senderos que Él marca, siguiendo adelante con fe y sin sentirnos jamás solos. Las manos poderosas de Jesús son, en parte, el gran secreto que fortalece nuestra vida como cristianos.
Estas manos fuertes y endurecidas tienen, por otro lado, otra característica que las hace especiales. Son manos delicadas, tiernas, misericordiosas, sanadoras… Son manos que el Amor ha suavizado para mostrar el camino al perdido, para corregir al que se equivoca, para sostener al triste, para aconsejar al que lo necesita, para perdonar al que se equivoca, para orar a Dios por las necesidades del mundo y de los hombres. Son manos que rozando simplemente al ser humano sana su corazón enfermo, dolorido y sufriendo sin lastimarlo más de lo que está! Son manos que bendicen, consuelan, asisten, levantan y sostienen. Son manos que partieron el pan para dejarnos para la posteridad su presencia en la Eucaristía.
¿Somos conscientes de que nuestras manos también pueden ser como las de Jesús, manos que acarician, aman, perdonan, dan ánimo… y que se pueden ofrecer a los demás como prueba fehaciente de que están unidas espiritual e íntimamente a las del Resucitado?

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: Sí, es verdad, como decía mi querida vecina: ¡Todas las manos van a ser pocas!”. Por ello, unamos nuestra manos a la de Jesús, hijo de José, el carpintero de Nazaret.
¡Que nuestras manos sirvan, Señor, para aplaudir si, y también como las tuyas para amar, para transmitir paz, consuelo y misericordia! ¡Que nuestras manos, Señor, sirvan para entregarnos enteramente a los demás! ¡Que las utilicemos para hacer el bien, para realizar nuestras labores con esfuerzo y sacrificio, para elevarlas al cielo y orar al Padre con humildad y sencillez, para posarlas en el hombro del que lo necesita, para servir al prójimo, para compartir, para levantar al caído, para construir un mundo donde reine la justicia y la salud, para anunciar al mundo tu Buena Nueva del Evangelio, para unir a todos los que nos rodean, para darte a conocer al mundo!


29 DE ABRIL, MIÉRCOLES.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina, quejosa me decía: “¡que débil y endeble es mi fe!”.
Pensaba yo que en estos tiempos de incertidumbre dos cosas fundamentales, como cristianos, nos sostienen: la fe y la oración. Pero cuando más nos adentramos en la oración y abrimos nuestro corazón tratamos de evitar que la fe se convierta en el bálsamo de nuestras preocupaciones. No deseamos que nuestra fe trate de adormecer nuestras virtudes humanas por nuestra soberbia espiritual o, simplemente, porque podemos llegar a pensar que orando Dios dispondrá.
Y no deseamos caer en la tentación de tentar al Señor entregándole una preocupación, una incertidumbre, un cambio de actitud, un sufrimiento, una necesidad… y exigirle o esperar de Él el milagro inmediato. Sabemos que Dios hace milagros pero conforme a su calendario, no al marcado con una «x» en el calendario de nuestra voluntad.
Y es aquí donde debemos poner además de nuestra fe y nuestra oración, nuestro esfuerzo personal. Poner en marcha las virtudes connaturales que todos los hombres tenemos: la perseverancia, el esfuerzo, el sacrificio, la firmeza, el ánimo decidido, la valentía, la sabiduría, la entrega, la perspicacia, la constancia… necesitamos engrasarlas, ponerlas en marcha y no dejar que paren.
La fe es un estímulo que ayuda en los momentos cruciales de dificultad y de bonanza, que imprime carácter, que llena de alegría y esperanza, que robustece espiritualmente, que fortalece humanamente y que enaltece cristianamente, pero en ningún caso releva ni reemplaza las cualidades y las virtudes que atesoramos los seres humanos.
Tener fe es tener garantía de lo que se espera; tener certeza de las realidades que no se ven lo que nos permite realizar grandes empresas y obtener las fuerzas para contraponer las dificultades que se abren en el camino. Cuando no hay fe, la vida está vacía. Por eso la fe nos crea obligaciones adicionales: la de vivir en coherencia, en verdad, en un esfuerzo constante para crecer en santidad, aprendiendo a no lamentarnos, a aceptar las consecuencias que sobrevienen, a no cometer imprudencias y desde la fragilidad y debilidad esperar la misericordia y la gracia de Dios.
Queridos amigos, convirtamos nuestros pequeños logros cotidianos y nuestras pequeñas acciones de la jornada, nuestros gestos para con los demás, los trabajos que llevemos a cabo en elementos que nos permitan crecer en confianza para que la fe se afiance más en nuestro corazón y lo entendamos como algo que es beneficioso para nuestro desarrollo humano, personal y espiritual.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D. 1: Un día como hoy de 1380, moría la monja dominica santa Catalina de Siena, reconocida por la Iglesia como copatrona de Europa y de Italia y Doctora universal. Dados los tiempos que corren, ese patronazgo requiere una reactivación urgente que ayude a Italia y nuestro viejo continente y al mundo en su desenfrenada lucha contra el coronavirus y libre a Europa tanto de los efectos nocivos del actual desmembramiento como de las opacidades enquistadas que la están impidiendo crecer. En lo que a la Iglesia concierne, el doctorado de santa tan relevante tiene que volver a sentar las claves que la ayuden a llevar a efecto, también en nuestro tiempo, su benéfica acción evangelizadora. Entre las muchas perlas que esta gran doctora de Iglesia nos ha dejado, en la hora que estamos viviendo, yo me quedo con ésta que nos interpela de modo especial: “¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! ¡Porque, por haber callado, el mundo está podrido!”

P.D. 2: Pide y grita conmigo: ¡Creo Señor, pero fortalece mi fe y ayúdame a crecer en santidad!

José Gabriel Martín Rodríguez.


28 DE ABRIL, MARTES.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina, me decía: “tengo una vela permanentemente encendida a la imagen del Sagrado Corazón que tengo en mi salón”.

Pensaba yo, esa llama que le acompaña le recuerda a la luz de Cristo. Hacer compañía es estar con alguien, y Cristo dijo: “yo estoy con vosotros…”. Yo también tengo tengo encendida una vela. Quiero visualizar con ello la compañía de Cristo en mi plegaria y en mi vida.

¡Qué bello el descubrir en el Cristo Resucitado el amor que sustenta la propia vida, el amigo fiel que no falla, el compañero que siempre acompaña! No hay nadie como Jesús para enseñarnos el camino, para como con los discípulos de Emaús sentir que camina a nuestro lado, de sentir cerca su presencia, de sentirse sostenido en la soledad o en los cansancios. De saber que Él se alegra cuando avanzamos con alegría y esfuerzo, y que llora y nos tiende la mano cuando el desánimo nos vence.

Pequeñas velas que acompañan. La vela es un símbolo hermoso de ofrenda espiritual, de sentir la presencia física del Señor, de María o de los santos en un espacio propio. Esas sencillas velas encendidas de mi vecina, de mis padres, de mis amigos y mía propia nos recuerda que Jesús es la luz del mundo y que está con nosotros en todo momento. Que hoy y cada día nos espera, nos llama, nos tiende su mano marcada por los clavos de la cruz, nos deja su amor y te acompaña todas las horas de nuestra vida. Porque es luz, ¡es la luz viva de quien verdaderamente ha Resucitado!

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: Me advertía mi vecina, que eso si, su vela era de pilas. Quizá tantas otras, incluida la mía, sean de pilas o eléctricas, pero son símbolo y presencia de Cristo vivo y resucitado, la Luz del mundo. A Él nuestra súplica: ¡Señor, enciende nuestro corazón con el fuego de tu amor! ¡Queremos, Señor, hacer tuyas las palabras que pronunciaste de que «Nadie enciende una lámpara para ponerla bajo el celemín, sino sobre el candelero, donde puede iluminar a todos los de la casa»! ¡Ayúdanos a mantener siempre la llama viva de tu presencia en nuestra vida, y ayúdanos también a mantener encendida la llama de nuestra esperanza!¡Y en estos días de confinamiento queremos recordar las miles de velas que acompañan los miles de sagrarios de todo el mundo, donde estás Tú presente! ¡Recordar que esa vela nos indica que estás ahí, al frente nuestro, acompañando nuestra existencia, recordando que Tú eres la Luz del mundo, el que ilumina nuestro camino hacia el Padre, que nos alejas de los miedos y las tinieblas, las oscuridades y las ofuscaciones! ¡Y queremos recordar también, Señor, a los que viven solos este confinamiento que, como los primeros cristianos, viven su fe en las catacumbas de sus hogares pero vivificados por tu presencia amorosa, misericordiosa y luminosa haciendo de tu presencia un tiempo de gracia!


LUNES 27 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina, me decía: “el que espera, desespera, estoy perdiendo la paciencia”.

En este día, en el que hemos celebrado a la Virgen María, en su advocación de Montserrat. Después de ayer, último domingo del mes de abril, en el que su nombre y devoción es Cabeza, en su santuario del monte del mismo nombre y en el corazón de tantos romeros y peregrinos.

Y pensaba yo, ahora que estamos confinados en nuestros hogares, qué gran enseñanza la de María de mostrarnos la virtud de la paciencia. Paciencia en la espera. Paciencia de la que espera en Dios. María sabía íntimamente que las palabras de Jesús de que iba a levantar el templo en tres días se refería a su resurrección. Y esperó, esperó con paciencia en la casa sola con Juan, con las dos Marías y, más tarde, con el grupo de los apóstoles que fueron llegando llorosos, desolados y desconcertados buscando el consuelo, el acogimiento y la serenidad de la Madre. ¡Ella les transmitió la virtud de la paciencia y a confiar en las palabras de Jesús!

Contemplamos a María, la Madre del Redentor, y vemos en Ella el vivo ejemplo de la paciencia, una virtud interiormente arraigada en su corazón. Como cree firmemente en Dios su interior firme y sólido lo forja en el silencio orante, el que te permite hacer florecer con amor esta virtud esencial.

Y pienso: ¡qué infinidad de ocasiones me falta paciencia en mi vida! ¡Cuántas veces quiero las cosas para ayer! ¡Cuantas veces me falta paciencia para afrontar los acontecimientos de la vida! ¡Cuántas veces tengo paciencia con el prójimo! Y, entonces, me viene la imagen de María, cuyo corazón acrisola en su interior el testimonio de la paciencia infinita, de la espera confiada, la mirada paciente de Dios que me lleva a confiar y aguardar en silencio vivificante.

María, en el cénaculo, esperaba. Esperaba orando, confiando. Esa espera de María te enseña que la paciencia es una virtud que te hace crecer humana y espiritualmente. Cada circunstancia tiene su tiempo. Cada cosa tiene su momento. Y cuando aprendes a vivir paciente puedes vivir con más serenidad interior, con más paz, con más seguridad. La paciencia es la ciencia de la paz interior. Tienes paz, transmites paz. Vives en la paz, generas paz.

En este lunes de la tercera semana de Pascua, confinados en nuestros hogares, pido a Santa María de la Cabeza, de Montserrat y del nombre que cada uno lleva en su corazón y devoción, que aprendamos de Ella la virtud de la paciencia para enfrentar la realidad de nuestro mundo desde la esperanza de la vida eterna como forma de darle su lugar a quien nos rodea y demostrar decididamente nuestro confiar en Dios.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: ¡Virgen María, Tú morenita de la Cabeza de Sierra Morena, Tú, morenita de Montserrat, ayúdanos a tener mucha paciencia para con todo para fijar siempre nuestra mirada a Dios como hiciste Tú, y en Él y por Él ponernos al servicio de los demás! ¡Todos tuyos, María, siempre tuyos! ¡Y cuando nos falte la paciencia, tómanos de la mano y serena nuestro corazón!


DOMINGO 26 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Seguimos encerrados en nuestras casas para evitar el contagio del coronavirus. Una situación que se hace incómoda por su duración y por la lentitud con que “la curva” va descendiendo. La fiesta de Pascua nos pone ante la vista el acontecimiento de la resurrección del Señor que es un motivo de profunda alegría. Y vivimos la alegría con sordina cuando no con tan solo añoranza y una pizca de escepticismo.

La Palabra que se proclama en este domingo es muy bella y consoladora, y ciertamente puede aportar luz sobre nuestra situación vital de cierta atonía y cansancio.

Los discípulos que caminan hacia Emaús son unos hombres que vuelven sin esperanza a su pueblo. Todo ha terminado para ellos; sus ilusiones truncadas con la muerte de su líder. La instauración del “Reino de Dios” esperado a su imagen y semejanza ya no se va a cumplir. En Emaús volverán a su vida ordinaria y a esperar nuevas oportunidades.

Los discípulos parece que habían olvidado todo. Jesús les había hablado del buen pastor que sale al encuentro de la oveja perdida. No contaban con la posibilidad de que les saliera al encuentro en el camino. Y lo inesperado sucedió. Se topan con un caminante que maldita la gracia les debió hacer al principio. Un incordio en el camino. Y resulta que ese caminante les pone a “arder” el corazón. Empiezan a ver las cosas de otra manera. Era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria.

El forastero pasa a ser huésped en su casa de Emaús. Y allí, en la comida, durante la fracción del pan descubren que el peregrino era Jesús, en persona, vencedor de la muerte.

Cambia totalmente su actitud. Arde su corazón al que vuelve la esperanza, la luz, la ilusión, el ánimo. Les falta tiempo para volver a Jerusalén y contar lo sucedido a la comunidad de la que hacía poco habían renunciado.

Nosotros hoy, discípulos de Jesús ¿dónde estamos? ¿En el camino de ida a Emaús o en el camino de vuelta? Me atrevo a decir que estamos en momentos de turbulencia en nuestra fe. La pandemia nos lanza una serie de preguntas a las que no encontramos respuestas satisfactorias. ¿Dónde está Dios? Suele ser la pregunta “fuerte” donde se asoma la sospecha de su ausencia o de su ineficacia.

El peregrino de Emaús puede darnos algunas claves.

No quita un solo ápice al escándalo del sufrimiento y de la muerte del profeta. No la niega en absoluto. Atrae hacia esa realidad la luz de la Palabra de Dios. Y les habla de la necesidad de que el Mesías padeciera esto para entrar en la gloria. Dios no evita el sufrimiento sea este justo o injusto. Y Dios no lo evita porque respeta el orden de la creación y el orden de la libertad humana. Este mundo es finito y caduco y además puede ser mutado por la libertad del hombre. Y aquí entran filias y fobias, y Dios está ahí; y nada se escapa de su mano o lo que es decir que de todo puede sacar Vida. Está de la parte de todos los crucificados de todos los tiempos y su mano fuerte estará en todo momento acompañando y del lado de los que sufren. El sufrimiento de Jesús habrá que verlo desde el misterio de la encarnación que supone abajarse hasta el límite del sufrimiento injusto para asumir en él todo lo creado y redimirlo o reorientarlo hacia el cauce de la vida.

Por otra parte, hemos de decir que esta pandemia es una pandemia, pero no la única pandemia ni la más importante en los tiempos que corren. No es un consuelo de bobos. Es decir que hemos de ampliar nuestro horizonte y ver tantas otras enfermedades físicas y morales que se dan en nuestro mundo y que deben ser atendidas con la misma intensidad que atendemos esta nuestra pandemia. Nos va la vida en esta y en todas las demás.

Jesús se hace visible en la eucaristía. Es el momento del fogonazo y de la experiencia del resucitado en medio de ellos. Es la experiencia que les hace ver con ojos nuevos la realidad y les pone en movimiento para anunciar y testificar la resurrección de Jesús.

Una tarea urgente de la Iglesia de hoy es hacernos creíbles como comunidad portadora de Cristo resucitado. Pasar por el mundo haciendo el bien. Es cierto que la historia de la Iglesia está entretejida por luces y sombras. No podemos rehacer la historia, y además es seguro que seguiremos adelante también produciendo sombras. Pero nos toca intentar de todas, todas, ser luz, aunque sea la luz de la luciérnaga. Luz pequeña, pero que es bella y atrae, y siendo muchas logran vencer la oscuridad. Hemos de intentar devolver la felicidad y la esperanza a todos los hijos de Dios. Para ello hemos de volcar nuestra vida y vaciarla a favor de todos los que la puedan necesitar.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: Santa María, Madre de Dios y nuestra de la Alegría y del Triunfo, que acompañó a la Iglesia naciente en todo un proceso de búsqueda y maduración, le pedimos que nos eduque y acompañe en la alegría de la fe, que nos asegura que la última palabra es RESURRECCIÓN, VICTORIA Y VIDA


SÁBADO 25 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
Hoy, habría hecho todo lo posible por estar en Turón, mi pueblo, compartiendo y celebrando con mis paisanos y los peregrinos a nuestro patrón, San Marcos. Físicamente, obviamente, no ha sido posible nuestra reunión, pero espiritual y sacramentalmente si hemos estado unidos honrando a nuestros patrones, la Virgen del Rosario y San Marcos evangelista. Y, si, hemos renovado nuestro compromiso de imitarlos como modelo que son. Imitarlos, con nuestra vida, pues la santidad es posible y vivible.

El Papa Francisco en su exhortación «Gaudete et exultate», del año 2016, habló de “los santos de la puerta de al lado” que son los varones y mujeres del pueblo de Dios: “los padres que crían con tanto amor a sus hijos, los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo (…) son aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios” (n.7). También el Papa dice que la santidad excede los límites de la Iglesia católica porque el Espíritu suscita signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo” (n. 9).

Santos y santas que dieron la vida por Cristo. Y los que ahora están –también– en contacto con el covid-19 son como aquellos, que anteponían la vida de los demás a la suya misma.

Esta es la gran lección que los cristianos aprendemos en la Pascua: el Señor da la vida por nosotros, no solo por los suyos, por todos. Ha salido de la cueva, del confinamiento que le ha retenido durante tres días en el sepulcro, para contagiarnos la vida que lleva dentro, una vida que no mata sino que produce más vida, una vida en abundancia, una vida para la eternidad. El contacto que podamos tener con Él no nos pone en peligro, sino todo lo contrario, es el antídoto para la pandemia del pecado, del des-Amor, que también nos asola, incluso sin darnos cuenta, que nos mina, que nos hace vivir como en tierras movedizas, que es puro fango y que a veces nos inmoviliza. Ese pecado que hemos reparado durante el tiempo de la Cuaresma y que ahora vivimos en la Gracia de habernos encontrado con Él, aquel que nos transforma en testigos, testigos de su Resurrección.

Este es el compromiso de todo cristiano al celebrar la Pascua y profesar el Credo de la Fe: somos cristianos, seguidores de Cristo, imitadores suyos. Hagámoslo mejor con las obras que con las palabras, porque “las palabras se las lleva el viento, y “obras son amores y no buenas razones”. Como venía a decir Pablo VI: se hace más caso a un testigo que a un maestro.
Como testigos son para todos nosotros, todas esas familias que durante este tiempo han vivido su fe, al hilo de la propuesta de sus parroquias, hermandades y cofradías, con creatividad y entusiasmo. Esos padres y esos niños que han escenificado alguna procesión, que han realizado pasos de Semana Santa en los pasillos de sus casas, que han realizado retos y actividades evangelizadoras por el bien suyo y el de los que los vemos, porque el bien cuanto más universal, más divino. Para todos ellos, también, nuestro aplauso, pues con sus vidas nos estimulan el Via Lucis
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: Como San Marcos, cual pluma en el tintero de Dios, sigamos escribiendo en y con nuestra vida la santidad en la casa de al lado y en la propia. Madre y Señora nuestra del Rosario, ruega por nosotros. San Marcos, ruega por nosotros. Santos y Santas de Dios, rogad por nosotros.


VIERNES. 24 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina, me decía que añoraba lo bonita que era la vida.

Y es que, con frecuencia, vamos por la vida sintiendo tan solo el peso de las circunstancias, incapaces de estimar la preciada naturaleza de la vida, simplemente porque hemos desarrollado una crónica actitud negativa. Cultivar la gratitud puede llevarnos a la autoestima y a una más positiva percepción mental de la vida.

¿Nos hemos preguntado alguna vez cómo sería la vida si no pudiéramos apreciar las cosas buenas que hay en ella: la espiritualidad, el arte, los amigos, el deporte, la naturaleza, y todo lo que hace a la vida digna de ser vivida? ¿Hemos considerado alguna vez la posibilidad de que la gratitud, la acción de gracias y el poder del perdón puedan ser tan creativos como otras obras que se llevan a cabo en el mundo?

No todos podemos ser grandes conforme a los criterios que establece el mundo, pero sí que podemos ser agradecidos. La verdadera gratitud es una clase fantástica de creatividad capaz de propiciar el crecimiento espiritual.

Llenemos de amor y agradecimiento nuestra vida. Sirvámonos de las leyes de la acción de gracias y del perdón para bendecirnos a nosotros mismos y bendecir a los demás. No hay que olvidar que en la medida que damos amor, éste, de una forma o de otra, retorna a nosotros. ¡Hagamos nuestra vida más plena!

Si hiciésemos que la gratitud nos envolviera como el oxígeno, ¿os imagináis cómo sería la vida?

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, querida vecina, queridos amigos, porque “es de bien nacidos, ser agradecidos”, agradezcamos las maravillas de la vida.

Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

José Gabriel.


JUEVES 23 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina, me decía que ante lo que estamos padeciendo, cosa que en sus ochenta y siete años de vida no ha visto nunca, se le está haciendo cuesta arriba creer que Dios es amor. Pues si, “Dios es amor” (1 Jn 4, 8). Esta es nuestra certeza más fuerte, más firme, más profunda. Sí, en estos momentos de dolor, sufrimiento y turbación, lo tenemos que proclamar con humildad, acompañados del temblor que nos producen los acontecimientos que están sucediendo a nuestro alrededor. Para encontrarse con Dios, no tenemos que huir de las circunstancias en que nos encontramos. Dios se hizo acontecimiento, Dios se nos hizo presente a través de la encarnación de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en el seno de María. Desde entonces todo ha cambiado, todo se puede leer de forma diferente.

Creemos en un Dios que es Padre, rico en amor y en misericordia, que nos ha enviado a su Hijo, que como hemos celebrado y nos estamos recreando en este tiempo pascual, por nosotros murió en una cruz y al tercer día resucitó y que nos está esperando en el Reino de los cielos.

Dios amor en estas circunstancias nos quiere erguidos, de pie, llenos de esperanza, contemplando con asombro y admiración la primavera que brota con fuerza y se asoma por todos los rincones, los árboles que se llenan de hojas con sus variadas tonalidades, las flores que explotan con sus multiformes colores, los pájaros que bellamente trinan, el cielo azul, la noche estrellada. Él está dando sentido al dolor, al sufrimiento, al entierro, prácticamente en soledad, de nuestro padre, hermano, hijo o amigo que se van sin nuestra compañía física.

Cuánto amor, cuánta entrega, generosidad, belleza está resplandeciendo en estos días. Dios nos ha regalado estos acontecimientos para que brote lo mejor de cada corazón. Dios en estos momentos está cerca de nosotros, a nuestro lado. Él acompaña todos nuestros dolores y sufrimientos. Él acoge nuestras dudas, tristezas y vacilaciones. Él está presente en nuestra reclusión. Él está dando sentido y llevando de su mano los acontecimientos que estamos padeciendo… Ahora es tiempo para escuchar de los labios de Jesús: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11, 29). Es tiempo para preguntarse sobre lo que Dios quiere de cada uno. Dios nunca desatiende un corazón dolorido y roto. El amor de Dios es bálsamo y consuelo para todos nuestros miedos y angustias.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, querida vecina, queridos amigos, ¡ánimo!, ¡adelante! “Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor” (Salmo 26, 14). Es el paso del Señor, la Pascua, la alegría que nunca debe faltar en nuestra vida, el gozo que siempre, como una cascada, debe llenar nuestro corazón: “Alegraos siempre en el Señor, os lo repito, alegraos” (Filp 4, 4). No podemos callarnos, gritemos, si gritemos con nuestra palabras y sobre todo con nuestras obras que nuestro “Dios es amor”.

Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D. 1: Con toda certeza, en esta hora, nuestro Dios que es amor no puede dejar de actuar. Recemos y confiemos. En su nombre actuemos.

P.D. 2: Ha sido el día de San Jorge. Ha sido el “Día del Libro”. Buena ocasión para la reflexión personal sobre la compañía siempre beneficiosa de un libro a nuestro lado como nuestro mejor amigo, nuestro mejor tesoro. Sin la menor duda, durante los muchos días que ya llevamos de confinamiento domiciliario los libros han sido uno de los mejores recursos de que hemos podido echar mano no solo para “matar el tiempo”, sino también para entretenernos y sacar algún provecho, soñando y viajando, riendo y llorando, mirando al pasado y mirando al futuro, buceando en la historia o aumentando conocimientos gastronómicos…

Y para nosotros, los cristianos, el día reclama nuestra atención para mirar con especial mimo y atención la Biblia, ese libro que es la base de nuestra fe, un libro en el que, sin ser un fetiche de acción mágica, basta acallar el propio griterío interior y abrirlo por una de sus páginas para sentir cómo por sus líneas se desliza el dedo del excepcional Dios en el que creemos. Digo “excepcional” por la sencilla razón de que en seguida advertiremos que la relación que en ese libro Dios establece con nosotros va mucho más allá que la que pudiéramos exigirle al mejor de nuestros amigos. Sí, quien tiene un libro, tiene un amigo, quien tiene y lee la Biblia, tendrá el Amigo que nunca falla, el más valioso de los tesoros. No escondamos en nuestras estantería el tesoro de la Palabra de Dios.


MIÉRCOLES 22 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
A bastantes decibelios entraba esta tarde por mi balcón, la música y la letra de la canción “Oye, abre tus ojos, mira hacia arriba, disfruta las cosas buenas que tiene la vida”… canción bien bonita, que ya tiene sus años, cuyo título es “Madre Tierra” y cantante Chayanne. Título, por cierto, muy propio en este Día de la Tierra.

La canción nos invita a valorar y disfrutar de las cosas buenas que la vida nos ofrece, y para ello hay que abrir los ojos, mirar a nuestro alrededor y no cerrarnos a nosotros mismos. Vivir ya es un regalo. La propia existencia y el mismo hecho de existir es la causa más básica de felicidad en el ser humano. Luego vienen todas las cosas que la propia vida trae consigo, pero cada día que nos es regalado es una oportunidad para extraer todo el jugo que la vida tiene.
Jesús dijo: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí no morirá para siempre. También en otra ocasión señaló: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Jesús es aquel que siempre apuesta por la vida y nos enseña a sacar el máximo partido a todo lo que Él nos ha regalado. Él da sentido a nuestra vida; Él nos enseña a vivir con lo mejor de nosotros; Él nos acompaña en el camino de la vida y nos anima a ser, en medio del mundo, personas que quieran valorar la vida y apostar por ella en todos los ámbitos posibles. Desde esta perspectiva, iluminada por la fe, alentada por la esperanza y operativa en el amor, la vida es entendida desde la lógica del don. Todo lo que es don es regalo, y los regalos siempre son fruto del amor. Todos estamos en esta vida como fruto del amor de Dios sembrado en nuestros padres, que dio como fecundidad del amor, una nueva vida: la nuestra. Que en todo momento defendamos la vida y todo lo que tiene que ver con ella, porque vida solo hay una, y en esta vida está en juego la otra, la VIDA ETERNA. Jesús es el camino adecuado para saber vivir a pleno rendimiento. Los valores del Reino que Jesús predicó hacen posible que podamos vivir cada día en felicidad plena. ¡Viva la vida!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, agradezcamos el regalo de la madre tierra, nuestra casa común, y, sobre todo, el mayor regalo que hemos recibido, y porque vida solo hay una, no se repite, tampoco hay dos vidas iguales, y cuando la vida se valora como el mayor don que se nos ha dado, todo, incluso la pandemia, el confinamientos, todo, todo se vive de otra manera.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

P.D: Se termina el día veintidós de abril, y todos los días veintidós de mes, en nuestra parroquia de San Pedro y San Pablo, por su arraigada devoción, celebramos la eucaristía votiva de Santa Rita. Termino mirándola a Ella: a veces, en nuestras visitas a Santa Rita nos quedamos mirando la rosa; en otras ocasiones nos fijamos en el estigma. Sin embargo, estos signos son importantes sólo si logramos hacer presente lo más significativo de su vida. Santa Rita supo abrir su corazón a la fuerza del amor de Dios, capaz de transformar al hombre, de llevarlo a la conversión, a la paciencia, al respeto por la vida. Que Ella, interceda por la transformación y conversión de nuestro mundo, donde no reine el estigma que es este virus con corona, sino que vuelva a reinar la vida saludable.

José Gabriel.


MARTES 21 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Esta mañana hablando con una religiosa amiga, me decía, que si hay un texto de este tiempo litúrgico que le gusta sobremanera es la Secuencia de Pascua. Y yo la he traído a mi oración en este día, y le sobrecogido le he a María Magdalena y la he escuchado:

«¿Qué has visto de camino, / María, en la mañana?» / «A mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja. / ¡Resucitó de veras / mi amor y mi esperanza! / Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; / allí veréis los suyos / la gloria de la Pascua.»

Lo nuestro es la pregunta. Una pregunta cargada de incertidumbre y sobresaltos, aunque a la vez con hambre y sed de vida y resurrección, con hambre y sed de esperanza, con hambre y sed de salud. ¿Qué has visto? ¿Qué ha pasado después de la muerte en la cruz del viernes santo y el silencio pavoroso del sábado santo? ¿Qué has visto, María, en el sepulcro?

Lo de María es la respuesta. Ella nos dice que ha visto al Señor glorioso, resucitado y glorioso. Ella nos dice que la muerte y el sepulcro no fueron lo último y definitivo; que la tumba estaba vacía y abandonada, y solo por el suelo el sudario y la mortaja. Ella nos dice que Jesús resucitó de veras, que llegó para ella la hora de la esperanza, la hora de la salud, la hora de la Salvación. Nos dice, por fin, “venid…, el Señor aguarda”.

Lo del Señor es la luz. Una luz que iluminó la mañana de pascua de todos los siglos. Una luz que, habiendo roto la fuerza del pecado y de la muerte, brilló gozosa en el corazón de todos los hombres, pues todos vencimos en su triunfo y resurrección. Ahora brilla, como cirio encendido en medio de la noche, y nos ilumina a todos. Su luz es nuestra esperanza y la seguridad de un camino que tiene norte y sentido. Iluminados por esa luz avanzamos y luchamos para arrebatarle la corona a este virus, y concedérsela al único que la merece, nuestro Señor Jesús, vivo y resucitado!

Invocando y agradeciendo a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, querida amiga religiosa, queridos amigos, porque con la luz de la Pascua, se iluminan todos los caminos. ¡Aleluya!

Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

José Gabriel.


LUNES 20 DE ABRIL.

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.

Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.

Después del aplauso de las ocho de la tarde, conversando con mi vecina, me decía: “¿Aprenderemos algo de esto que estamos padeciendo?”. Y me surgen algunas lecciones a raíz de la pandemia.

Para muchos es la pregunta del momento: ¿aprendemos algo de la situación vivida por la pandemia? Para otros más que pregunta es ya una convicción firme: seguro que de esta situación vamos a aprender muchas e importantes lecciones. Tampoco faltan los escépticos al respecto que vienen a pensar y decir que pronto nos olvidaremos de todo y seguiremos como si nada hubiera pasado. Sí, seguro que vamos a aprender.

Primero, que no somos tan poderosos. “Pues grande solo es Dios”, decíamos en la canción “Yo pensaba que el hombre era grande…”. Cada uno en su sitio: Dios como Señor y creador de todo y de todos y el hombre como hechura y c2

Segundo, que con menos se puede ser muy feliz. ¡Cómo lo hemos experimentado todos o casi todos! La carrera de consumismo en la que estamos metidos no solo puede sino que debe frenarse. Nos urge más austeridad para ser más felices. No vivamos para consumir. Consumamos lo justo y necesario para vivir. Y sobre todo, vivamos para compartir.

Tercero, que el amor es lo que más vale… También lo hemos experimentado con motivo de la situación creada por la pandemia y nuestro aislamiento. ¡Cómo hemos agradecido todos los gestos de amor y solidaridad, cualquier detalle de preocupación! Vale y salva el amor. Siempre salvará el amor. El amor es el que nos hace gigantes. El amor es el que nos hace eternos, pues al final de nuestra vida, en el amor seremos examinados, y nos recordarán no por lo que dijimos o hicimos, sino por los que amamos.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, querida vecina, queridos amigos, reconozcamos que nuestro poder está en Dios, que Él es nuestra riqueza, y que “obras son amores y no buenas razones”.

Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!

José Gabriel.


19 DE ABRIL-SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
La crisis actual nos ha hecho experimentar que todos vamos en el mismo barco y que dependemos los unos de los otros. La experiencia de soledad y de abandono nos ha hecho añorar la presencia de una mano amiga que me traiga la comida y las medicinas a la puerta de mi casa. Desgraciadamente algunos siguen aferrados al sálvese quien pueda y no quieren tener en sus escaleras personas que se están jugando por ellos su salud combatiendo la epidemia en primera fila. En este momento necesitamos comunidades cristianas que se solidaricen con los más necesitados, en las que se viva el perdón y se descubra al Espíritu, que nos urge a la misión para transformar nuestro mundo.
Tan sólo en comunidad se puede hacer la experiencia del Señor resucitado, superando la tentación de escepticismo que amenaza a los individuos desarmados ante las realidades sociales. También los discípulos tuvieron miedo a ser víctimas de ilusiones y cuentos. El Apóstol Tomás, en nombre de todos, pidió un encuentro personal con el Resucitado, sin fiarse de lo que los demás le contaban (Jn 20,19-31).
Jesús se dejó encontrar personalmente por Tomás y quiere que también cada uno de nosotros lo experimentemos vivo en nuestras vidas. El que Jesús proclame felices a aquellos que han creído sin haber visto no significa que la fe no sea una verdadera experiencia religiosa. En la vida hay muchas experiencias que no se reducen a ver y tocar.
Hoy día necesitamos comunidades creíbles en las que sea posible el encuentro con el Resucitado. Tomás sólo se encontró con Jesús cuando se integró en la comunidad. Ofrezcamos a nuestro mundo el testimonio de un pueblo de santos, pues hoy día no basta la santidad individual. Son necesarias numerosas comunidades que hagan presentes el amor de Dios en el mundo (1 Jn 5,1-6). Por eso en nuestras parroquias y comunidades, en nuestras sedes canónicas, en nuestras hermandades y cofradías, con todos susmiembros y su familias, que la celebración de la eucaristía nos lleve a construir comunidades cristianas en las que se pueda hacer la experiencia del Señor Resucitado.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, pedimos que vivamos la comunión deseada por nuestro Buen Padre Dio.
Recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!