Tiempo de Pascua de Resurrección.
Semana del 18 al 24 de mayo.
DOMINGO-24 DE MAYO.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante, fulgurante y PENÚLTIMO cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
Cuando salgo esta mañana para irme a mis parroquias de San Pedro y San Pablo y de San Gil y Santa Ana, mi querida vecina me saluda con un “¡buenos días padre!, todavía no voy a salir a la calle, tráigame la comunión que hoy es un día muy grande, uno de aquellos tres jueves -bueno, ya este en domingo- que relucen mas que el sol”. “Buenos días, con gusto como todo este tiempo así lo haré, buen día”, le respondo y enfilo mi camino.
Cuando hablamos de la Ascensión de Jesús, nos lo imaginamos subiendo físicamente al cielo. Es normal. Pero lo entenderíamos mejor si nos fijáramos en frases como estas: el Papa ha ascendido a tal obispo a cardenal. Ha subido en la escala social. Se han quedado donde estaban. Simplemente decimos que algo ha cambiado en la consideración del personaje.
En la Ascensión Jesús no se ha alejado de nosotros sino que ha inaugurado una nueva forma de presencia. Mientras Jesús se movía por Galilea y Judea, estaba encapsulado como nosotros en el tiempo y en el espacio. Cuando estaba en Belén no podía estar en Jerusalén. Con la resurrección Jesús rompe la cápsula del tiempo y del espacio y puede estar presente en todo tiempo y lugar de un modo aún más vivo y eficaz que cuando andaba por Galilea. Jesús decía: Os conviene que yo me vaya.
La Ascensión es un misterio bisagra en que confluyen el cielo y la tierra, Dios y la humanidad. El Padre ha resucitado a Jesús de entre los muertos y comparte con Él su poder y su amor. Todo lo ha puesto bajo sus pies. Pero este nuevo status que decimos ahora, no lo aleja de nosotros, más bien nos lo acerca.
Él es Emmanuel, Dios con nosotros. Es Jesús, Dios que nos salva día a día y recorre con nosotros el mismo camino hasta que el mundo llegue a su plenitud. Se nos hace visible en los sacramentos, en la Eucaristía, en la Palabra y en nuestros hermanos más pequeños, necesitados o marginados.
Pidamos al Espíritu Santo que realice en nosotros y en la Iglesia el programa que Jesús nos propone el día de su Ascensión.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que seamos prudentes y sensatos en este nuevo tiempo de desconfinamiento.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!
P.D. 1: En este día invocacamos a la Virgen María, Auxiliadora nuestra y le pedimos nos siga alcanzando el auxilio divino en estas horas oscuras y de prueba sanitanria y econónmica.
P.D. 2: Hoy celebra la Iglesia, 54ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El Papa Francisco había previsto un Mensaje que titulaba “Para que puedas contar y grabar en la memoria (Ex 10,2). La vida se hace historia”. Después vino la pandemia del coronavirus, que todo lo ha trastornado, y los Obispos de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales de la CEE han rehecho la temática y han aportado una reflexión que titulan “Los comunicadores sois garantes de esperanza ante el Covid-19”. Un día para reconocer a tantos hombres y mujeres que tejen con imágenes y palabras la historia, en el oficio periodístico. Reconozcamos nuestra fragilidad ya que “no nacemos realizados, sino que necesitamos constantemente ser “tejidos” y “bordados. La vida nos fue dada para invitarnos a seguir tejiendo esa “obra admirable” que somos… Abriéndonos a los demás, nos abrimos a la visión misma del Narrador”, Jesús de Nazaret. Es lo que soñamos y luchamos para que se haga realidad la vida y la esperanza de Dios en nuestra historia. Hoy, para vosotros, queridos amigos periodistas va nuestro reconocimiento y aplauso.
P.D. 3: En San Pedro y San Pablo, hemos tenido la popular “Misa de Romeros” con la certeza de que el Señor volverá y nosotros volveremos también como romeros al Rocío, pero en esta ocasión, iremos con nuestro deseo, espíritu y amor.
Llega la hora hermanos, los bueyes y la carreta están esperando a la puerta en la carrera, que se abran las puertas de San Pedro y San Pablo, querido Ángel, Hermano Mayor, querida María José, Mayordoma, querida Mónica, Alcalde de Carretas, queridos hermanos y amigos, romeros y rocieros, cojamos el Simpecado, a una voz con nuestro Coro cantando: “Dios te salve…”, porque sí, un año más nos vamos al Rocío, a la Ermita de la Blanca Paloma, Nuestra Señora la Virgen del Rocío, para encontrarnos con la Madre, porque “Cristo no quiere que caminemos sin una madre” (EG 285). Aunque en esta ocasión, por culpa de la pandemia, iremos en deseo, espíritu y amor.
Iremos con nuestro deseo. No es poca cosa. Recordamos dos salmos bellísimos: “¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo! ¡Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo! (Sal 84, 1), “Cómo busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42,1). Pues así, este año, también iremos a las plantas de la Reina de las Marismas.
Iremos en espíritu. Llevados espiritualmente, aunque no físicamente, por el Espíritu, que grita en nosotros: ¡Padre! y, también, grita: ¡Madre! Un grito, el de este domingo, que cruzará todos los aires y caminos, cruzará el río Quema, la Raya Real y el Puente del Ajolí, y llegará al corazón la Virgen del Rocío.
Iremos llevados por el amor. Porque el amor todo lo puede. Puede subir y bajar montañas, cruzar mares y océanos, sortear todas las piedras del camino. Nada ni nadie puede romper la fuerza del verdadero amor. Por eso, seguro que el domingo próximo, domingo de Pentecostés, estaremos no físicamente, pero si espiritualmente con toda nuestra mente, alma y corazón en la aldea almonteña, y sentiremos la mirada y el abrazo de Ella, la Blanca Paloma, la Reina de las Marismas y la Reina de nuestras vidas, la Madre del Divino Pastorcillo y Madre nuestra, del Rocío y de nuestras vidas, Señora.
P.D. 4: Hoy dejo de escribir estos cirios, con el convencimiento y compromiso de que seamos CANDELERÍA SIEMPRE ENCENDIDA, candeleria LUMINOSA en la FE, candelería VIVA en la ESPERANZA y candeleria ARDIENTE en la CARIDAD.
El domingo que viene, Dios mediante, encenderé un ULTIMO cirio rociero y pentecostal.
Un fraterno abrazo a ti, a tu familia, a tu hermandad, cofradía pentencial, gloriosa o sacramental, a tu grupo, asociación y comunidad.
José Gabriel.
23 DE MAYO-SÁBADO.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
En la alegría de la Resurrección, junto la Virgen, y paseando con mi querida vecina, seguimos recorriendo el camino de la luz (vialucis).
14ª Estación del Vía Lucis:
El Resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo Prometido
Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-6)
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Reflexión
Pentecostés, pacto mantenido. El Resucitado cumple su promesa solemne: “El Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre” (Jn 14, 26). Dios es fiel. Cumple con sus compromisos. Él dijo: el Hijo del hombre dará su vida “como precio por muchos” (Mt 20, 28). Y su Palabra se hizo historia: Viernes Santo. Él dijo: “Destruid este templo y yo en tres días lo reedificaré… Él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2, 19.21). Y su Palabra se hizo victoria sobre la muerte. Él dijo: “Tendréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros” (Hechos 1,8). Y al cumplirse las siete semanas pascuales su Palabra se hizo Pentecostés: fuerza del Espíritu, nacimiento de la Iglesia. La humanidad nueva en camino.
El hombre de hoy debe recordar que “el verdadero pecado –como dice Evdokimov– es ser insensibles al Espíritu Santo“. Que es como decir, estar cerrados al amor. El Espíritu vence los pesimismos sobre el futuro. Dios es optimista sobre el hombre. El Espíritu obra el bien: el bien que se realiza, el amor que triunfa, el grano que amarillea, Pentecostés une a la humanidad entera. Creer en el Espíritu Santo, para el yo escéptico y cansado, es no sólo creer en Dios y en su amor, sino también creer que Dios cree en mí, que Dios se fía de mi, que Dios espera mucho de mi. Tengo que dejarme llevar por el Espíritu que está ya actuando en la historia. Y entonces la vida podrá verdaderamente ser una casa de amor y de paz. “Los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Gal 5, 22).
Alégrate, Madre de la luz:
Jesús, Sol de justicia, venciendo las tinieblas del sepulcro ilumina todo el universo.
Aleluya.
Oración
Oh Espíritu Santo, que unes inefablemente al Padre con el Hijo; tú eres el que nos unes a nosotros con Jesús Resucitado, hálito de nuestra vida; tú eres el que nos une a la Iglesia, de quien tú eres el alma y nosotros los miembros. Como San Agustín, cada uno de nosotros te suplica: “Respira en mí. Espíritu Santo, para que yo piense lo que es santo, para qué yo ame lo que es santo. Fortifícame tú, Espíritu Santo, para que yo nunca pierda lo que es santo“. Amen.
¡Oh María, templo del Espíritu Santo, guíanos como testigos del Resucitado por el camino de la luz!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que seamos prudentes y sensatos en este nuevo tiempo de desconfinamiento.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!
José Gabriel.
22 DE MAYO-VIERNES.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
En la alegría de la Resurrección, junto la Virgen, y paseando con mi querida vecina, seguimos recorriendo el camino de la luz (vialucis).
13ª Estación del Vía Lucis:
Con María, a la espera del Espíritu
Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 12-14)
Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.
Reflexión
Es espera del Espíritu. Habiendo descendido del monte, entran en oración. Jesús ya no es visible nunca más. La “nube” de la Ascensión lo ha fijado en la gloria. El Resucitado ya no es visible nunca más a los ojos de la carne, es alcanzable sólo con los de la fe. La comunidad pascual implora al Espíritu. Ahora Él es esperado en la plenitud de sus dones. Sellará el nacimiento de la Iglesia. El comienzo de su camino como misionera del Resucitado. La invocación del Espíritu es siempre eficaz. Lo había garantizado Jesús: “Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden” (Lc 11, 13). Desde ahora y para siempre la comunidad pascual está reunida en el nombre del Resucitado, con Él en el medio, para implorarle al Padre el Espíritu Santo de amor, que renueva la faz de la tierra. Y es perenne Pentecostés. La oración pascual está marcada por la presencia de María, la Madre de Jesús; Ya está presente en Caná, donde el primer grupo comienza a creer en los signos; presente en el Calvario, donde la Iglesia está en gestación; ahora está presente en el Cenáculo, donde nace la Iglesia. María, la experta en el misterio pascual: muerte y vida, cruz y resurrección.
El hombre de hoy, distraído por el consumismo y seducido por caminos de muerte, se va olvidando de Dios. Pero una luz resplandece en este cambio de época: es la Iglesia querida por Cristo para salvar a quien busca salvación. Es la Iglesia, reunida en oración con perseverancia concorde. Es la Iglesia, joven de veinte siglos que habla a quien es joven de años y de espíritu. El mundo, con sus lógicas, contrarias a las bienaventuranzas, aleja al hombre de Dios. La Iglesia, que es transparencia de Cristo, lo acerca a Dios. El camino del Cenáculo lleva a la cultura de la vida.
Alégrate, Madre de la luz:
Jesús, Sol de justicia, venciendo las tinieblas del sepulcro
ilumina todo el universo.
Aleluya.
Oración
Jesús resucitado de la muerte, siempre presente en tu comunidad pascual, derrama sobre nosotros, por intercesión de María, todavía hoy, aquí, el Espíritu Santo tuyo y de tu Padre querido: el Espíritu de la vida, el Espíritu de la alegría, el Espíritu de la paz, el Espíritu de la fuerza, el Espíritu del amor, el Espíritu de la Pascua. Amén
¡Oh María, templo del Espíritu Santo, guíanos como testigos del Resucitado por el camino de la luz!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que seamos prudentes y sensatos en este nuevo tiempo de desconfinamiento.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!
P.D: Hoy se celebra a Santa Rita de Casia, que en nuestra parroquia de San Pedro y San Pablo tiene arraigada y profunda devoción y veneración.
Lo imposible se dio en la vida de Santa Rita. En la vida recorrió todos los estados que una mujer puede hacer: fue una hija obediente, precisamente se casó por obediencia a sus padres; fue esposa fiel, también fue esposa maltratada, su matrimonio fue un martirio; fue madre de dos hijos, viuda porque asesinaron a su marido y religiosa que era su deseo desde niña; fue estigmatizada con una espina de la corona de la cabeza de Cristo, pues le pidió participar activamente de su Pasión y es santa incorrupta, su cuerpo incorrupto se conserva en el monasterio de Cassia. Santa Rita lo experimentó todo, pero llegó a la santidad porque en su corazón reinaba Jesucristo.
Su vida se desarrolló en un tiempo muy difícil y convulsivo, tiempo de guerras, terremotos, pestes, conquistas y rebeliones. Unos países invadían a otros países, unas ciudades atacaban a otras ciudades cercanas, vecinos que se peleaban con los vecinos, hermano contra hermano.
Que Santa Rita nos proteja del virus quien nos enferma en el cuerpo, del pecado que nos extravía y mata el alma, que nos quite los miedos de amar hasta el sacrificio de nosotros mismos, y nos alcance la gracia de que “la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tome bajo su cuidado nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús” (cf. Flp 4,7).
José Gabriel.
21 DE MAYO-JUEVES.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
En la alegría de la Resurrección, junto la Virgen, y paseando con mi querida vecina, seguimos recorriendo el camino de la luz (vialucis).
12ª Estación del Vía Lucis:
El Resucitado sube al cielo
Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 6-11)
Ellos lo rodearon preguntándole: Señor, “¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”. Jesús contestó: “No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo”. Dicho esto lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se le presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?. El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto marcharse”.
Reflexión
El Resucitado ha vencido a la muerte. Ha entrado en la esfera de la vida sin fin. También su cuerpo está marcado por la gloria. Durante los cuarenta días pascuales se hace ver, tocar, abrazar; conversa, come y camina con los suyos; Entre ellos la última promesa suprema: “Tendréis la fuerza del Espíritu Santo” para dar cumplimiento a la misión universal. Aquel grito: “Todo está consumado”, emitido en la cruz, se convierte ahora en plenitud. Entrando en la esfera de la vida sin fin, el Resucitado se sustrae a la vista normal de la fragilidad de nuestro ojo. Pero el Resucitado se queda con los hombres, como ha prometido: “Estaré con vosotros todos los días”. Jesús comparte con el Padre el señorío universal. Ahora se sienta a su derecha. De este modo la naturaleza del hombre entra en la esfera de Dios. Ningún materialista podrá glorificar tanto la materia como ella es glorificada en el misterio de la ascensión del Resucitado.
El hombre de hoy no mira al cielo, le basta la tierra. Así, por lo menos, cree. Pero el cielo es el modo de ser del Dios invisible. Los santos lo experimentaron como hijos-herederos. El hombre de hoy, forrado de materialismo por el primado del tener, del placer y del poder, no afina el ojo para las realidades invisibles. Sufre de miopía grave, si es que no de ceguera absoluta. El hombre de hoy teme que mirar al cielo es olvidarse de la tierra. El cielo, en cambio, será la experiencia final de quien en la tierra habrá dado de comer a los hambrientos, de quien habrá dado aliento a los desesperados. Sólo quien habrá convertido la historia en antecámara del cielo para los pobre y hambrientos hijos de Dios, podrá ser introducido en el cielo de la Pascua eterna.
Alégrate, Madre de la luz:
Jesús, Sol de justicia, venciendo las tinieblas del sepulcro
ilumina todo el universo.
Aleluya.
Oración
Jesús resucitado, has ido a prepararnos un puesto. El puesto del hombre-hijo está a la derecha de Dios Padre. El billete ya lo has adquirido. No debemos romperlo. Haz que nuestros ojos estén fijos allí donde está la eterna alegría. Un pedazo de paraíso lo arregla verdaderamente todo. Mirando la Pascua plena, nosotros nos comprometeremos a realizar aquí en la tierra la Pascua para cada hombre y para todo el hombre. La Pascua de hoy, que libera al hombre, es profecía gozosa de la bienaventuranza sin fin. Amen.
¡Oh María, templo del Espíritu Santo, guíanos como testigos del Resucitado por el camino de la luz!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que seamos prudentes y sensatos en este nuevo tiempo de desconfinamiento.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!
José Gabriel.
20 DE MAYO-MIERCOLES.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
En la alegría de la Resurrección, junto la Virgen, y paseando con mi querida vecina, seguimos recorriendo el camino de la luz (vialucis).
11ª Estación del Vía Lucis:
El Resucitado le confía a los discípulos la misión universal
Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
Del Evangelio según San Mateo (Mt 28,16-20)
Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Reflexión
El Resucitado es el Señor de la historia. El poder que el Padre le da lo transmite a los suyos. En el monte de Galilea inaugura la nueva historia. Como sobre el monte de las bienaventuranzas. Én el monte de Galilea, hombres de carne, revestidos del Espíritu, reciben la consigna de transformar el mundo. Bautizar es divinizar al hombre, a toda criatura frágil. Enseñar y hacer luz sobre el nuevo destino del mundo. Hacer discípulos de todos los pueblos es insertar en la comunidad pascual, la Iglesia, sin distinción de raza ni de cultura. Esta comunidad es casa y signo del amor trinitario. Casa a la que todos son llamados. Enorme tarea, la del envío, la de la misión: dedicación total al anuncio. En la Pascua, el dinamismo no termina, sino comienza. El campo de trabajo, su viña, es el mundo entero, hasta el final de los siglos.
El hombre de hoy vive en el inmenso campo del mundo. Un mundo que se hace cada vez más complejo con sus exigencias y sus dramas, son sus riesgos de aniquilamiento nuclear, con sus angustias de violencia y de falta de sentido. Pero ¿Cómo caminar en el mundo? ¿Cómo anunciar? ¿Cómo transformar sin forzar? ¿Cómo ser fieles al Dios de la historia y a la historia de Dios?. El Resucitado está con nosotros, hasta el fin del mundo.
Alégrate, Madre de la luz:
Jesús, Sol de justicia, venciendo las tinieblas del sepulcro
ilumina todo el universo.
Aleluya.
Oración
Jesús Resucitado, llega reconfortante tu promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días” (Mt. 28, 20). Solos, no somos capaces de sobrellevar el mínimo peso con perseverancia. Tanto menos de soportar sobre nuestras pobres espaldas el peso del mundo. Nosotros somos la debilidad, Tú eres la fuerza. Nosotros somos la inconstancia, Tú eres la perseverancia. Nosotros somos el miedo, Tú eres el coraje. Nosotros somos la tristeza, Tú eres la alegría. Nosotros somos la noche, Tú eres la luz. Nosotros somos el estancamiento, Tú eres la Pascua.
¡Oh María, templo del Espíritu Santo, guíanos como testigos del Resucitado por el camino de la luz!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que seamos prudentes y sensatos en este nuevo tiempo de desconfinamiento.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!
José Gabriel.
19 DE MAYO-MARTES.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
En la alegría de la Resurrección, junto la Virgen, y paseando con mi querida vecina, seguimos recorriendo el camino de la luz (vialucis).
10ª Estación del Vía Lucis:
El Resucitado confiere el primado a Pedro
Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
Del Evangelio según San Juan (Jn 21, 15-17)
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le contesta: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero“. Él le dice: “Pastorea mis ovejas“. Por tercera vez le pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas”.
Reflexión
Jesús resucitado se encuentra con Pedro de corazón a corazón, con el fondo sonoro del chapoteo de su lago. Después de todo gran encuentro, hay una gran entrega. Le pide la triple declaración: “¿Me amas tú, Simón, más que éstos?”. Tres veces, algunos días antes, lo había negado. Tres veces ahora, debía reparar la traición del amor con una renovada confesión de fe. “Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Y después de cada contestación del corazón, el otorgamiento de aquellos poderes que están al servicio del amor: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”. Amar a Jesús, por encima de todo, no es un idilio; es un compromiso con cuanto Jesús tiene de más querido. Lo ha pagado con su sangre.
Los hombres de nuestro tiempo, particularmente atravesado por oleadas y tempestades, tiene más que nunca necesidad de un punto de referencia estable y seguro. Tenemos necesidad de la certeza de Cristo, que apacienta sus corderos y sus ovejas a través de Pedro. Apacentar es alimentar. Apacentar es iluminar. Apacentar es confortar. Apacentar es liberar. Apacentar es hacer desarrollar. Pedro es un don pascual. Es uno de nosotros, un hermano nuestro, hecho pastor no por su humanidad, frágil como la de todos, sino por la palabra de Jesús que lo sostiene. Cumple el papel de guía, en el nombre de Jesús, sobre nosotros, la grey de su pueblo.
Alégrate, Madre de la luz:
Jesús, Sol de justicia, venciendo las tinieblas del sepulcro
ilumina todo el universo.
Aleluya.
Oración
Nosotros te agradecemos, Jesús resucitado, por el Pedro de hoy, nuestro Papa. Que vive su servicio apostólico con tanta generosidad y calor, en el sacrificio de estos tiempos tan bellos, pero tan duros. Cada día nos interpelas también a nosotros: “¿Me amas tú más que éstos?”. A nosotros, con Pedro y bajo Pedro, nos confías una porción de tu grey. Y nosotros nos encomendamos a ti. Persuádenos, Maestro y dador de vida, de que sólo si amamos apacentaremos tu grey; y sólo con nuestro sacrificio, lo alimentaremos con tu verdad y con tu paz. Amén.
¡Oh María, templo del Espíritu Santo, guíanos como testigos del Resucitado por el camino de la luz!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.
José Gabriel.
18 DE MAYO-LUNES.
Queridos hermanos y amigos, cristianos cofrades.
Al cerrar las persianas de mi balcón, te invito a encender un flamante y fulgurante cirio, de fe, esperanza y caridad, en nuestra candelería pascual.
En la alegría de la Resurrección, junto la Virgen, y paseando con mi querida vecina, que por cierto me advierte que me salte de la séptima a la novena estación, seguimos recorriendo el camino de la luz (vialucis). Aqui para mi querida vecina y para todos vosotros la octava estación.
Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
Del Evangelio de San Juan (Jn 20, 24-29).
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: “Paz a vosotros”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios Mío!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.
Reflexión
Tomás, el incrédulo, es conducido de la mano a tocar las llagas de un muerto resucitado. Toca, se postra y exclama: “¡Señor mío y Dios mío!”. Aquellas cicatrices son las credenciales de Dios, son la firma de Dios en el obrar de Jesús de Nazaret. Son la garantía de sus declaraciones con su autoafirmación en el centro: “Yo soy la verdad, Yo soy la vida. Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 14,6; 10,30). Aquí el mundo toca el signo verdadero del Dios vivo. Tomás hacía su experiencia en nombre de todos. Fue invitado a tocar las llagas por todos nosotros. Y esto curó sus llagas personales de incrédulo. Y a través de esta experiencia, también nosotros sanamos de nuestras llagas. Y vuelve a florecer la fe.
El hombre moderno, acostumbrado a aceptar después de haber verificado, tiene necesidad de la experiencia de Tomás. También a los hombres de hoy les dice el Resucitado: tocadme en la Iglesia, tocadme en los santos. A nosotros los creyentes se nos confía la tarea de multiplicar los signos de resurrección, a través del compromiso por una cultura de la vida. Expertos de la vida que crece, en el nombre del Señor que ha vencido la muerte, nosotros promovemos la vida a lo largo de todo su florecimiento. La Iglesia de los creyentes se hace creíble sobre todo en los cenáculos de hoy. Si presenta llagas para tocar, si presenta mártires y servidores será ciertamente creíble.
Alégrate, Madre de la luz:
Jesús, Sol de justicia, venciendo las tinieblas del sepulcro
ilumina todo el universo.
Aleluya.
Oración
Oh Jesús resucitado, te decimos cada día en la fe: “Señor mío y Dios mío“. La fe no es el mediodía de la visión. La fe no es fácil pero nos hace felices. La fe es fiarse de ti en las tinieblas. La fe es confiarse a ti en las pruebas. Señor de la vida, aumenta nuestra fe. Danos la fe, que es raíz de tu Pascua. Danos la confianza que es la flor de esta Pascua. Danos la fidelidad que es el fruto de esta Pascua. Amén
¡Oh María, templo del Espíritu Santo, guíanos como testigos del Resucitado por el camino de la luz!
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que seamos prudentes y sensatos en este nuevo tiempo de desconfinamiento.
Hermanos y amigos, a todos os deseo: ¡Saludable, Sanadora y Santa Pascua!
José Gabriel.