CIRIO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD PARA NUESTRA CANDELERÍA ENCENDIDA

4 DE ABRIL-SÁBADO.

Dios os guarde. Se fue el sábado de la semana de cuaresma, víspera del Domingo de Ramos. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo una nueva y humilde luz convertida en plegaria.

Terminando el sábado, día en que la Iglesia mira a la Virgen María, os invito a hacerlo juntos, en la antesala de la Semana Santa.

Mirada perdida al fondo. Ojos de los que brotan lágrimas de dolor ante la muerte de un hijo. Manos ensangrentadas que acogen los corazones afligidos. Pies cansados de tantas idas y venidas…

Mas tú sigues ahí, escuchando nuestros dolores, compadeciéndote de nuestros pecados, comprendiendo nuestras aflicciones.

Porque eres madre, y nos amas.

Por eso, querida Madre, hoy venimos a reconciliarnos con tu Hijo amado, porque queremos prepararnos, porque queremos vivir los misterios centrales de nuestra fe con un corazón limpio.

Queremos Madre acompañarte en este difícil trago, y que escuches nuestra oración al son de cornetas y tambores. Ya que, en el fondo, no sabemos vivir sin tu amor.

¿Adónde vas Dolorosa,
tan temprano por la calle?
“Voy a ver a cada enfermo
de los muchos hospitales,
para mitigar las penas
que por algo soy la Madre”.

Te ruego, Virgen bendita,
que nunca nos desampares
y que cubras con tu manto
las dolientes soledades
envuélvelos con tu aroma
de jazmines y azahares
que están sufriendo y no deben,
no debe de sufrir nadie.

Aparta el virus mezquino
que es egoísta y cobarde,
se difumina y se oculta
no se deja ver por nadie.
Ten compasión de nosotros
que este virus no nos mate.

Con palabras del Papa Francisco: “Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen dolorosa, gloriosa y bendita”.

Entramos, en una Semana Santa anómala, pero muy real, con muchos cristos crucificados y con muchas dolorosas cuyo corazón está siendo traspasado por espadas desgarradoras.

Queridos hermanos y amigos cofrades, ¡Impresionante Semana Santa la que nos espera para reventar de emoción, de Fe, Esperanza y Caridad ardiente, y ante el virus expandir el antídoto, contagiar por doquier la medicina de la recuperación, de la resurrección! Por eso que no se termine nunca la “chicotá” de la ansiada salud y alegría.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.


3 DE ABRIL-VIERNES.

Dios os guarde. Se fue el viernes de la quinta semana de cuaresma, devocionalmente Viernes de Dolores, si cuántos dolores propios y ajenos por el invisible pero virulento Covid-19. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo una nueva y humilde luz convertida en plegaria.

Llega a nuestras vidas una de las semanas más emocionantes que se pueden vivir. Llega silenciosa. Sin nervios. Sin prisas. Sin agobios de última hora. Y es que todo se paró… El reloj de nuestras vidas se ha parado en seco.

Pero no, las agujas del reloj siguen funcionando y la vida, según el designio de Dios, sigue su ritmo. Sobre este escenario, en este viernes de la quinta semana de Cuaresma, antes de que la liturgia reviva los dos grandes viernes del cristianismo, este día, antaño, Viernes de Dolores, con la Virgen como estrella luminosa, y el Viernes Santo, con la consumación de la obra salvadora de Jesús, los cristianos asumimos el dolor de toda la humanidad: la soledad de los enfermos en sus camas de hospitales, residencias y domicilios, el sacrificio heroico de cuantos cuidan de ellos y los nervios de tantos niños y mayores recluidos entre los muros y barrotes de sus propios hogares. ¡Menudo ayuno y penitencia que nos toca hacer hoy a toda la humanidad!

Queridos hermanos y amigos cofrades, último viernes de Cuaresma, viernes de privaciones recluidos en casa, viernes de dolor para tantos otros postrados en soledad y con sus vidas ancladas a máquinas respiratorias, viernes de luto por tantos fallecidos y viernes de lágrimas para sus familias, para unos el descanso eterno y para otros fortaleza y esperanza, viernes de sacrificio inmolatorio para tantos que aportan su fenomenal torrente de bondad y gracia, pero viernes, a fin de cuentas, de una primavera en cuyo seno se está gestando una humanidad mejor, más justa y más humana. ¡A esta es! La humanidad siempre soñada y querida por Dios, ¡Al cielo con ella!

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.

P.D. Mi felicitación a Ella, Madre y Señora Nuestra de los Dolores, la que vive en otra Carrera (la del río Darro) y en nuestro corazón. Mi felicitación para las Dolores y Lolas, María Dolores (Mariolas) y Lolis.


2 DE ABRIL-JUEVES.

Dios os guarde. Se fue un día en el que la lluvia, siempre bendición de Dios, pero que ante la tormenta negra y persistente del Covid-19 nos impidió ver el sol. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo una nueva y humilde luz convertida en plegaria.

Esta mañana acudí a la llamada del convento de clausura de las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada, en la placeta de San Gregorio. He celebrado la misa con ellas, pues se habían quedado si reserva eucarística para la comunión.

Pensaba yo, el mundo, nuestro mundo, en estas circunstancias un gran cenobio, convento y monasterio con una clausura impuesta y obligada para beneficio de la salud.

Pensaba y yo en nuestros conventos y monasterios de clausura donde viven mujeres abnegadas y entregadas, fieles a la máxima monacal del “ora et labora”, mujeres que siempre e incesantemente rezan por nosotros, por la Iglesia y la humanidad.

Si, pensaba en ellas, nuestras querida monjas de clausura, que para muchas de nuestras cofradías y hermandades, son nuestro techo y hogar como sede canónica, y para tantas otras exquisitas custodias y albaceas de nuestros enseres, sobre todo de las túnicas y los mantos y otras vestiduras de nuestros Sagrados Titulares.

Hoy os pido que valoremos la vida contemplativa, pues ellas son guardabrisas que rezan por todos para que no se nos apague la fe, la esperanza y la caridad. Ellas agarradas a la abrazadera de la oración no solo en este tiempo de pandemia, se dedican a dar gloria y a elevar a Dios el esfuerzo de todos los que trabajamos en la vida cotidiana en el mundo.

Recemos hoy nosotros por ellas que por nosotros rezan. Ellas son para nosotros faro de luz en el mar de la evangelización y de la misión misericordiosa y samaritana que nos apremia en esta hora de prueba, en esta mas que nunca estacion de penitencia. Queremos ser con vosotras cristianos cofrades, discípulos misioneros para encontrar y realizar la voluntad de Dios. Que la comunión de vida que contemplamos, alabamos y agradecemos en la Trinidad, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, inspire y guíe nuestra vida y misión de Iglesia peregrina.

Queridos hermanos y amigos cofrades, que recemos, como ellas me decían esta mañana, todo lo que más podamos, que elevemos nuestra mente y nuestro corazón al Señor pidiendo, para que detenga este mal.

Queridos hermanos y amigos cofrades, en los entrevarales nuestra flor y nuestra luz convertida en plegaria ardiente, en la víspera de viernes de la quinta semana de cuaresma, a Ella, Virgen Dolorosa, Gloriosa y Bendita.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.


1 DE ABRIL-MIÉRCOLES.

Dios os guarde. Estrenamos mes con día que nuevamente fue negro, gris, frío y lluvioso, pero bien dice el refrán “abril aguas mil”. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo una nueva y humilde luz convertida en plegaria.

Cuando subía de celebrar la eucaristía matutina con las Siervas del Evangelio, donde os tengo y estáis todos muy presentes, me detuve en una frutería, en la fila, esperando prudente y pacientemente mi turno, una cliente me dijo: “¡Qué tiempos tan catastróficos nos ha tocado vivir ¿Cómo Dios nos envía y permite esta esta epidemia?…”

Me pregunto yo, ¿quiénes somos nosotros para conocer a profundidad los designios de Dios, para atribuirle directamente a Él lo que nos está pasando? Ni el Papa se atreve a afirmar esto. Dios conoce todo y permite que sucedan las cosas, porque respeta nuestra libertad, también para equivocarnos. En esto hay irresponsabilidades humanas, y no tenemos por qué culpar a Dios.

Me viene a la cabeza el evangelio del pasado lunes, cuando Jesús en vez de sumarse a quienes exigían matar a pedradas a una adúltera, como estaba escrito en la ley de Moisés, él la perdona misericordiosamente, indicándole que ya no vuelva a pecar, que cambie de vida (cf Jn 8,2-11). O aquella otra escena cuando le dicen a Jesús que Pilato había asesinado a unos galileos, y él trae a colación los dieciocho aplastados por la torre de Siloé, no califica esos hechos como castigo de Dios, sino que son acontecimientos que nos deben servir de advertencia para convertirnos, para recapacitar, para enderezar lo que tengamos que modificar (cf Lc 13,1-5).

Así se expresaba el Papa Francisco en su meditación del viernes pasado: “Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás” ).

¡Eso es! Jesucristo, te invita a reflexionar: ¿A qué das más valor: a tu cuerpo, a tus gustos, a tus pasiones, a tu dinero, a tus diversiones? ¿Qué tiempo le concedes a tu familia, a tu alma, a los demás, a Dios? No eres intocable por la pandemia; no eres inmortal y todopoderoso…

Sea esta dura prueba, una oportunidad de reflexionar, de hacer un alto en el camino de la vida, de dar importancia a lo que más vale: tu alma, tu familia, tu salvación. Acércate más a Dios, lee y medita más la Palabra de Dios, arrepiéntete de corazón y confiésate cuando puedas, dale más tiempo a tu familia, preocúpate de los abandonados y haz el bien a quienes te necesitan. Así, sacaremos provecho de esta situación.

Queridos hermanos y amigos cofrades, costaleros metidos  bajo el paso de Cristo o el palio de la Virgen,  nazarenos caminando revestidos con nuestro habito y capillo, sea esta nuestra estación de penitencia silente, para encontrarnos con Jesús, la única Verdad de nuestra vida. ¡Tos por igual valientes! ¡al cielo con Ella, ¡al cielo con la Verdad! ¡al cielo con la Libertad! Si, con la Verdad (Jesucristo) que nos hace Libres, seamos penitentes en nuestra estación hacia el cielo.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene, y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.


31 DE MARZO-MARTES.

Dios os guarde. Un día más, negro, gris y lluvioso que impidió ver el sol. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo una nueva y humilde luz convertida en plegaria.

El día amaneció con la buena noticia del alta médica de Javi, nuestro querido amigo y hermano mayor de la Hermandad Santísimo Cristo de la Lanzada y María Santísima de la Caridad. Brindo por él, que más pronto que tarde se incorporará a la brecha cofrade, pero sobre todo a la brecha sanitaria, como profesional, siempre ángel de la guarda, pero ahora más necesario que nunca. Y brindo por tantos y tantos conocidos y anónimos que con fuerza y coraje van superando la enfermedad y ganando la batalla al invisible bicho enemigo.

Pero, avanzaba la mañana, y al mediodía recibía la mala noticia. Nuestra querida Rosi, de la Hospitalidad de Lourdes, ha fallecido. A primera hora de la tarde, otro mensaje me alerta “Don Luís”, querido amigo médico, también ha fallecido. Rosi, Luís y tantos hermanos con nombres y rostros conocidos o desconocidos que lamentablemente engrosan la lista negra.

La muerte es, en la mayoría de las ocasiones, un evento imprevisto, no esperado, pero siempre un evento inevitable. Ante este evento doloroso surge una pregunta crucial: ¿Cómo debo vivir esta situación?

Para el cristiano, el misterio de la vida eterna no es una cuestión filosófica sino el misterio de una relación viva con Aquel que primero cruzó las puertas de la muerte. El bautizado no se queda solo después de su visita a la casa del Padre, encuentra un “hogar” donde tiene su lugar la familia celestial, una mesa donde el Señor le sienta con él y le da la bienvenida al banquete eterno.

Los discípulos lo experimentaron muchas veces después de la resurrección. Pensemos en los discípulos de Emaús que dan testimonio de una presencia que reconocieron al partir el pan o en los apóstoles a orillas del lago de Genesaret, en Galilea, que escuchan de Jesús que vayan a pescar para almorzar con él.

Es triste la muerte de un ser querido por circunstancias excepcionales como el coronarivirus o por cualquier otra causa. Es dramática la muerte en la soledad de un pasillo de un hospital por la falta de medios debido al desborde de una epidemia. Es triste como se ha cercenado la vida de personas con vitalidad que tenían una vida intensa por delante. Pero su hogar no está hecho por manos humanas, es un hogar eterno. Esta casa es parte de una casa más grande. El cristiano ingresa al bautismo en una familia de la cual es miembro por el tiempo y la eternidad: donde está Jesús, también estaremos nosotros. La familia eterna de Dios. A cada uno de los que han entrado en los hospitales de cualquier lugar del mundo y han fallecido Jesús les ha susurrado al oído: “Voy a preparar un lugar para ti”.

Este lugar que Jesús nos está preparando fue construido gradualmente en un camino de vida que es diferente para todos, un camino de vida donde se revelan los talentos y las cualidades personales, así como los límites. Por eso nuestra vida, como la de estos amigos fallecidos, tiene que desarrollarse por medio de una amabilidad constante, una vida impregnada de amor, una aplicación cuidadosa para santificar las tareas cotidianas, un servicio al prójimo, una entereza humana y espiritual, una honestidad personal… Esto son solo los vislumbres sigilosos de un camino porque el misterio de las personas es conocido solo por Dios.

Al final del camino de vida personal, estos amigos que nos han dejado te hacen planearte estas preguntas: ¿Cuál es el camino de mi vida? ¿Cómo lo vivo? ¿A dónde me lleva?

Son las preguntas que me surgen hoy teniendo en cuenta las extraordinarias y esperanzadas palabras de Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sin pasar por mí”.

La vida que esperamos, el lugar que está preparado para nosotros lo tenemos cerca. En la Eucaristía ya tenemos acceso a la morada de Dios entre nosotros, a su presencia viva y plena, en esta vida donde esperamos la felicidad que Él promete y el advenimiento de Jesucristo, nuestro Salvador.

Queridos hermanos y amigos cofrades, no pareciera que estuviésemos clausurando el mes de marzo e inaugurando el de abril, y no por la lluvia y el descenso de las temperaturas, sino por tanta muerte y tanto luto, pareciera que estuviésemos en el mes de noviembre, celebrando nuestros cultos por nuestros difuntos. Por eso nuestra plegaria unánime, que las almas de todos los fallecidos descansen en paz. Lo merecen y que el corazón misericordioso de Dios descanse también en aquellos que entran en los hospitales infectados por este virus exterminador y no tienen la fe de este amigo para afrontar el devenir que Dios tiene pensado para ellos. No dejemos de orar. Consagremos nuestra esperanza en el Dios Amor.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.

P.D: Termino este cirio, miro el teléfono, y descubro numerosas peticiones de oración por personas cercanas de nuestras familias y corporaciones nazarenas que piden por la curación de sus familiares o amigos.


30 DE MARZO-LUNES.

Dios os guarde. Un día más, en el que las nubes nos impidieron ver el sol. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo una nueva y humilde luz convertida en plegaria.
El pasado viernes, el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro, refiriéndose a la humanidad, nos decías: «Nos encontramos asustados y perdidos porque nos ha sorprendido una tormenta inesperada y furiosa, pero nos hemos dado cuenta de que vamos en el mismo barco y que todos tenemos que remar, tenemos que consolarnos unos a otros, interesarnos por los demás».
Creo que estas palabras nos abren la conciencia para pensar en el momento que estamos viviendo, sobre todo en un mundo individualista, en un mundo consumista, donde muchas veces nos preocupamos por nosotros mismos y nos olvidamos de los demás nos, olvidamos de Dios y de su proyecto, ese proyecto maravilloso que nos lo vino a comunicar su Hijo Jesucristo diciéndonos que todos somos hermanos y que tenemos un Padre que nos ama.
Sin duda que estos momentos que estamos viviendo en nuestro mundo nos hacen reflexionar y pensar que sí vamos en el mismo barco y que tenemos qué tener presente en nuestra vida a Dios y lo que nos va diciendo a través de su Palabra, a través de los acontecimientos de los signos de los tiempos, y que tenemos que modificar también nuestra manera de pensar, de relacionarnos, de vivir en familia.
En estos momentos difíciles tenemos que unir nuestra oración para pedirle a Dios que nos libre de este mal, pero también tenemos que ayudar a aquellos que más lo necesitan. Sabemos que toda esta realidad tiene, aparte de la salud, consecuencias económicas. Hay mucha gente que vive con muchas dificultades, como se dice, que vive al día; lejos y cerca de nosotros, fuera y dentro de nuestras parroquias, hermandades y cofradías. Estamos invitados a remar juntos porque estamos en el mismo barco.
Porque la caridad no cierra nunca, porque la caridad es creativa siempre, nos animamos y alegramos por tantas iniciativas solidarias que surgen en el seno de nuestras corporaciones nazarenas y en nuestra Federación. Fajémonos y apretémonos el costal de la caridad ante esta emergencia, pero a paso mudá, sin arriar y sin revirá, fajémonos y apretémonos el costal de la caridad en la larga estación penitencial que nos espera cuando superemos esta situación dolorosa. La caridad, virtud teologal, porque es el mismo Dios, ya que Él es amor. Por eso, todos unidos ¡a esta es! La Caridad, ¡al cielo con ella!¡ ¡todos de frente valientes!.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.


29 DE MARZO-DOMINGO.

Dios os guarde. Un día más, con una hora menos por el ajuste de las agujas del reloj, pero un domingo en el que las nubes nos impidieron ver el sol. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo otra pequeña luz convertida en plegaria.

En este Domingo de Pasión, nuestra quita etapa cuaresmal hacia Jerusalén. Un domingo en el que nos dice el Evangelio de San Juan: “Había un cierto Lázaro, enfermo, de Betania”. También nosotros mandamos SMS o WhatsApp o Twitter urgente “Señor, mira que tu amigo está enfermo”.
Las hermanas de Lázaro, toda la comunidad -iglesia de Betania, hace esta información- oración. No piden que venga a verlo. No piden que le cure. Ponen en manos de Jesús, con toda confianza, la situación de su hermano-amigo Lázaro. Dejan a Jesús que tome la iniciativa que quiera. Saben que está en sus manos y está en buenas manos el cuidado del enfermo.

Me sale, que hoy nuestra petición podía ser igual a las hermanas de Lázaro. Informar a Jesús y al Padre de la situación que nos rodea y que ellos conocen ya: Padre, estamos rodeados de una gran pandemia que pone en peligro muchas vidas. Estamos atemorizados. Tenemos miedo a la enfermedad sobre la que no tenemos ningún dominio y tememos sobremanera a la muerte. Esa realidad que es inexorable pero que cuando la vemos cercana entramos en pavor. Padre, te presentamos esta nuestra situación vital por medio de Jesucristo, tu Hijo y nuestro Hermano. Nos ponemos en tus manos. Haz de mí, de nosotros, lo que quieras. Sea lo que sea, queremos seguir dándote gracias.

“Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero voy a despertarlo”, dice el Señor. Este es el quid de la cuestión. Las enfermedades pueden llevarnos a la muerte. Pero no deberían llevarnos a la desesperanza. La fe en Jesús es la clave para penetrar más allá de la muerte en la verdadera vida o en la vida plena en Cristo resucitado. Jesús no viene a eliminar las enfermedades o la muerte física. Viene a comunicar la Vida que él posee. Esa vida es la misma vida de Dios, y esa vida permea toda nuestra vida y se expande o florece en el momento de nuestra muerte, de nuestra dormición, de nuestro paso a la Vida escondida en Dios.

“Lázaro, sal fuera”. Es el grito de Jesús ante el sepulcro. Un grito precedido de unos sollozos o lloros profundos de Jesús ante el dolor de la comunidad y el que le acarrea a él mismo la muerte de un amigo.

Esos mismos lloros y sollozos hoy resuenan en toda la comunidad creyente y en toda la comunidad mundial. Sollozos y lágrimas ante esta pandemia y otras pandemias (tan intensas y aún mayores que esta) que pululan por el mundo. Jesús no es insensible. Dios nuestro Padre no es insensible. En Jesús, Dios Padre llora por nosotros y con nosotros. No me canso de decir que está de nuestra parte, está chiflado de amor por nosotros; que es el Emmanuel, el Dios con nosotros y esto es consustancial a él; y esto es lo que se manifiesta en el misterio de la Encarnación, Un Dios cielo, que se ha embarrado en nuestra historia para hacer de la tierra, un cielo.

Estos sollozos, sufrimientos, lágrimas, miedos hoy se hacen oración. Oración confiada a Dios Padre por Jesucristo. Y nos ponemos en sus manos. Y de nuestras manos deben salir todos los gestos de solidaridad y ayuda a nuestros hermanos enfermos, sufrientes o débiles. Hemos de salir fuera de nuestros sepulcros y ponernos en acción. La pandemia debe ser superada con Dios y con nuestras manos. Sabiendo que él está poniendo sus manos fuertemente.

“Lázaro, sal fuera”. El muerto obedeció. El milagro se realizó y tuvo como consecuencia el que muchos creyeran en Él. Jesús es el dueño de la vida y de la muerte.

Hermanos cofrades, Domingo de Pasión, con nuestros Sagrados Titulares en sus capillas, en vez de en sus pasos y palios. Domingo de Pasión, para que con su ayuda, afiancemos nuestra fe y nuestra esperanza en Cristo, para que con Él resucitemos y hagamos resurgir y levantemos al cielo, “a esta es…” una nueva humanidad.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene y está en la de todos.


Un fraterno abrazo.

José Gabriel Martín Rodríguez.


28 DE MARZO-SÁBADO.

Dios os guarde. Un día más en el que las nubes nos impidieron ver el sol. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo otra pequeña luz convertida en plegaria
En este sábado que hubiera sido de intenso y esmerado trabajo en nuestros montajes de pasos y palios, elevo mi súplica a la Virgen, a ella, que es Salud de los enfermos:
¡María, Tu estuviste a los pies de la cruz, y conociste en primera persona los estragos de la tristeza, haz que tu presencia en cada hospital del mundo sea un motivo de esperanza y no dejes de velar por la salud de cada uno de tus hijos!
¡María, Salud de los enfermos, de los necesitados, de los que agonizan, de los que no tienen fuerzas, de los contagiados por el coronavirus y otras enfermedades, Tú que caminaste a paso firme y con dolor hacia el Calvario acompañando a tu Hijo, Tu que permaneciste arrodillada a los pies de la Cruz viendo morir a tu Hijo entre tanto sufrimiento, Tu que fuiste copartícipe de tanto dolor, abre tus manos santas y bondadosas y acoge cada sufrimiento de cada hijo tuyo como si fuese tuyo y elévalo al Padre; une María cada uno de los sufrimientos de tantas personas en todos los rincones del mundo a los de Jesús, llénalos a todos de tu consuelo y de tu esperanza!
¡María, te pido con el corazón abierto que te hagas presente en el corazón de cada ser humano, que te hagas presente con tu mirada de consuelo, con tus manos sanadoras, con tu sonrisa de Madre para dar paz al alma!
¡Ayúdanos, María, a no perder nunca la fe y la esperanza!
¡Ayúdanos a repetir contigo, con esperanza y amor, que se haga en mí según tu Palabra, que demos un sí siempre al Dios amor que todo lo permite y todo lo controla!
¡Hazte, María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos, a comprender la voluntad de Dios y a sacar positividad ante tanto dolor que nos embarga!
¡María, Madre del amor y de la misericordia, que en este tiempo de cruces no dejemos de contemplar a tu lado el rostro de tu Hijo colgado en la cruz pero también la luz resplandeciente de su Resurrección gloriosa! ¡Todo tuyo, María, siempre tuyo!
Hermanos cofrades, con premura, pasión y delicadeza, nos toca montar el paso y palio siempre soñado y querido por Dios, una nueva humanidad, donde reine e impere la fe, la esperanza y la caridad.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene y está en la de todos.
Un fraterno abrazo. José Gabriel.


27 DE MARZO-VIERNES.

Dios os guarde. Un día más en el que las nubes nos impidieron ver el sol. Aquí al aplaudir, como cada tarde, y comprobar que caen algunas gotas del cielo, gotas que son el expresión del llanto de Dios por tantos atribulados, llanto que más pronto que tarde, serán lágrimas de alegría. Nuevamente al cerrar las persianas de mi balcón os dejo otra pequeña luz convertida en plegaria.

A la hora del aplauso, hoy me he alegrado grandemente, pues de mi bloque y el bloque vecino, ya se han ido animando algunos más, (todavía faltan) a salir y aplaudir a tantos ángeles de la guarda de carne y hueso, con bata y mascarilla, con uniforme, con delantal y guantes. Y la alegría ha sido mas grande al descubrirme charlando y conversando con el de arriba y abajo, de uno y otro lado. Alguien dijo ‘yo tengo un vecino hace veinte años y ni siquiera conocía su nombre; ahora con esta situación conozco su nombre, su historia y un poco más su vida’.

Hoy se ha celebrado en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, un momento de oración guiado por el papa Francisco, ante esta pandemia de coronavirus que tan gravemente afecta al mundo. El Santo Padre ha presidido este momento especial dedicado a católicos y no católicos, para acudir juntos a Dios. Hemos escuchado la Palabra de Dios, elevado nuestras súplicas, adorado al Santísimo Sacramento y recibido la bendición Urbi et Orbi, con la indulgencia plenaria. Extraigo estas palabras del Santo Padre: “Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta”.

Termino por hoy. Cuando, por la inoportuna e indeseada lluvia, no salimos a la calle, con nuestros Sagrados Titulares y nuestros cortejos, apelamos a que «el mayor patrimonio inmaterial de la hermandad son los hermanos». Por eso en esta negra y espesa tormenta nos corresponde acompañar a tantos hermanos componiendo una larga fila como una procesión interminable de nazarenos sin capirote que se van transmitiendo ánimos para que a nadie, a nadie que sufra en primera línea, se le apague la luz de la fe la esperanza y la caridad.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene y está en la de todos. Un fraterno abrazo.

José Gabriel.


26 DE MARZO-JUEVES.

Dios os guarde. Un día más en el que las nubes nos impidieron ver el sol. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo otra pequeña luz convertida en plegaria.

Hoy, al mediodía como todos los días, asomado al balcón, escuché el repique de campanas desde los campanarios de nuestros templos y monasterios. Era la hora del Ángelus, que recé y que os invito a rezar todos los días. María, tú que eres la estrella del cielo, que concebiste, diste a luz y amamantaste al Señor, y así con tu divina maternidad destruiste la epidemia de la muerte que los primeros padres habían introducido en el mundo por el pecado original, recibe, Señora, nuestras oraciones y pídele a Jesús por el mundo entero, porque tu Hijo, que nada te niega, te lo concederá.

Luego, tuve que salir a por provisiones, cosa que hice rápidamente. Al regresar del mercado, me crucé una cuadrilla de soldados legionarios que vigilaban y alertaban. A mi saludo y deseo: “que Dios os guarde y bendiga y proteja”, respondieron al unísono “gracias, padre, rece, rece, rece y cuídese”. Nos unimos a las fuerzas armadas y de seguridad que están trabajando especialmente en la emergencia sanitaria, para servirnos y acompañarnos, estamos con ellos y oramos por ellos, ángeles de la guarda de carne y hueso, como tantos otros, muy necesarios y siempre a nuestro servicio.

Porque esta hora es la estación de penitencia más dolorosa sine die, porque esta es la chicotá más dura de nuestras vidas, vamos a fajarnos fuerte, vamos a hacernos el costal ajustado, vamos a apretar los dientes y con fuerza, sin dolor, vamos a gritar “cielo”, y vamos a levantar esta situación con ánimo y esperanza, es lo que ahora hace falta, arrojo y entrega total, sin límites humanos, sobre esfuerzo máximo, silencio, obediencia-fe, pasos cortos y siempre de frente, resistencia total, con la certeza de que cada paso nos acerca al final y mas pronto que tarde cruzaremos el dintel de las puertas de nuestros templos.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones, recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.


25 DE MARZO-MIÉRCOLES.

Dios os guarde. Un día más en el que las nubes nos impidieron ver el sol. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo otra pequeña luz convertida en plegaria.

Ante esta situación que requiere de nosotros valor, entrega y solidaridad. En esta situación en la que quizás estemos teniendo sensaciones, sentimientos, pensamientos que nos es difícil conjugar cuando el miedo es el principio rector, nada hemos de temer pues Dios está con nosotros, y con El nada hemos de temer.

Nos preparamos a la celebración de la Pascua que es la inclaudicable alegría que los cristianos tenemos y sentimos porque sabemos, que después de la pasión y muerte de Jesús, tendremos la Buena Nueva de la Resurrección.

Es la hora de arrimar el hombro y el costal, de coger fuertemente el cirio y rezar ardientemente el rosario en esta dolorosa y prolongada estación de penitencia que deseamos hacer a paso muda y sin chicota.

Porque el mundo de repente se transformó en un gran hospital, es la hora de que nuestras hermandades y cofradías sean con nuestro compromiso y arrojo en la caridad creativa y eficaz seamos ese otro gran Hospital de Campaña, como frecuentemente nos recuerda el Papa Francisco.

Unidos en la fe y la esperanza y la caridad. Unidos en la solidaridad, la compasión y la misericordia. Unidos más pronto que tarde, después de estos negros nubarrones, brillara y resplandecerá el Sol que nace de lo Alto.

Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas y variadas invocaciones y advocaciones recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas y confinadas noches con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien, y el ruego de que nos quedemos en Casa, pues Dios viene y está en la de todos.

Un fraterno abrazo. José Gabriel.


MARTES 24 DE MARZO.
Dios os guarde. Aquí al cerrar las persianas de mi balcón os dejo esta pequeña luz convertida en plegaria.

Vamos a celebrar la Anunciación del Ángel, el embarazo de María, que hace de su vientre un santuario de la Vida con mayúscula, e ilumina todas las vidas que están en los vientres de sus madres. Vamos a pedir para que esta pandemia no llegue a los inocentes por nacer. También pedimos la protección de los abuelos, de los más vulnerables, de los pobres, de los que están más expuestos, trabajando en la salud y la seguridad, los que están a nuestro servicio en la cruzada en que todos luchan contra este enemigo invisible, el virus que nos ataca.
Invocando a nuestros Sagrados Titulares en sus bellas invocaciones y advocaciones; recibid un fraterno abrazo y el deseo de unas buenas noches confinadas, con la súplica de que vosotros y los vuestros estéis bien y el ruego de que nos quedemos en casa y Dios en la de todos. José Gabriel.