Estamos viviendo unos días duros, complicados, con mucha incertidumbre, miedo, dudas por la pandemia que nos afecta. Somos conscientes de que en estos días lo importante son las personas, nuestros hermanos, nuestro prójimo.
Desde marzo, esta es la ‘Estación de Penitencia’ que ha tocado vivir, que afrontamos y que continuará durante no sabemos cuánto tiempo más, pero de la que saldremos juntos, más fuertes, mejores; heridos con cicatrices (familiares, laborales, personales) que quedarán siempre como recuerdo. La Esperanza, lo primero que se gana, su Gran Poder, es lo que nos ayuda a ello. Esa Esperanza que -además de en el joyero que para nosotros es Santa Ana-, está dentro de cada uno si se busca.
Dentro de tanta desesperanza, también están esas noticias que a menudo, son las que no interesan a nadie o interesan menos… Pues bien, también las hay, también las tenemos… Hermanos que ayudan a otros en la medida de sus posibilidades; labores de caridad (de caritas -amor- al cercano), de solidaridad, de Esperanza, del Gran Poder de la Esperanza en medio de la tempestad. Hermanos que se han prestado a llegar donde quienes debían no lo han hecho o lo están haciendo después (batas sanitarias, mascarillas de protección, colaboración con el Banco de Alimentos, Casa de la Esperanza, Centros Penitenciarios, San Juan de Dios).
La vida, el día a día, es distinto al que nos gustaría, casi siempre; como hoy. Es el que es y está lleno de futuro y de Esperanza, de contrapuntos, de contrastes. Como ejemplo de esas otras alegrías, recibimos noticias de hermanos que nos llenan de un futuro más agradable que el que nos llega por los medios de comunicación a diario… como ecografías. Noticias que nos vuelven a poner los pies en el suelo, a dar importancia a lo importante, al futuro, que empieza por el hoy y el ahora…